El control del tiempo ha sido siempre una cuestión de poder, y la forma en que medimos el tiempo y marcamos el inicio del año no es una excepción. La mayoría del mundo celebra el cambio de año el 1 de enero, pero ¿por qué esta fecha en lugar del 25 de diciembre, el supuesto día del nacimiento de Jesucristo?
La respuesta se remonta a una herencia romana. A lo largo de la historia de Europa, el cambio de año se ha celebrado en diferentes momentos, incluso en primavera. Los antiguos romanos solían comenzar el año a mediados de marzo, pero el calendario experimentó cambios a lo largo del tiempo. En el siglo VI, algunos cristianos empezaban el año el 25 de marzo, día de la Anunciación y de la Encarnación, marcando el inicio de un ciclo que culminaría con el nacimiento de Jesucristo el 25 de diciembre.
En el siglo XIV, el reino de Aragón estableció oficialmente que el año comenzara el día de Navidad, conectando así el inicio del año con eventos clave en la cultura cristiana. Pero la consolidación de empezar el año el 1 de enero se atribuye a Julio César, quien en el año 46 a.C., a través de la reforma juliana, cambió la fecha de inicio del año al 1 de enero.
Este cambio ganó fuerza con la reforma del calendario realizada por el papa Gregorio XIII en 1582, conocida como el calendario gregoriano. Este calendario, que mejoró ciertos errores de cálculo, se extendió a los países católicos y, finalmente, se adoptó en todo Occidente y en gran parte del mundo.
El control del tiempo, entonces, se ha convertido en una cuestión de poder, ya que las autoridades han impuesto convenciones para medir el año. Mónica Cornejo Valle, doctora en Antropología Social, destaca cómo los calendarios no solo se estructuran según factores astronómicos, culturales y naturales, sino también bajo la influencia de intereses políticos y religiosos.
En resumen, la fecha en que marcamos el inicio del año no es solo una cuestión de tradición, sino un reflejo del poder y la influencia de diversas autoridades a lo largo de la historia. La elección del 1 de enero como el comienzo del año es un testimonio de cómo las decisiones de líderes como Julio César y el papa Gregorio XIII han moldeado la forma en que medimos y percibimos el tiempo.
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