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El hundimiento del Titanic: reflejo de la desigualdad social

* Las clases sociales fueron las herramientas para buscar la supervivencia

El 15 de abril de 1912, el mundo fue testigo de una de las tragedias marítimas más emblemáticas: el hundimiento del RMS Titanic. Más allá de la magnitud del desastre, que cobró la vida de más de 1,500 personas, el evento reveló profundas desigualdades sociales que marcaron la diferencia entre la vida y la muerte.

El Titanic, considerado en su época como una maravilla de la ingeniería y símbolo de lujo, transportaba a 2,208 personas. Sin embargo, solo contaba con 20 botes salvavidas, con capacidad para 1,178 personas, menos de la mitad de los ocupantes a bordo.

La ubicación de las cabinas jugó un papel crucial en la evacuación. Los pasajeros de primera clase, situados cerca de la cubierta de botes, tuvieron acceso más rápido y directo a los salvavidas. En contraste, los de tercera clase, alojados en las cubiertas inferiores, enfrentaron barreras físicas y una comunicación deficiente, lo que dificultó su evacuación.

La orden de «mujeres y niños primero» se aplicó de manera más estricta en las clases superiores. En tercera clase, la confusión y la falta de información clara impidieron que muchos comprendieran la gravedad de la situación a tiempo.

Un ejemplo conmovedor es el de Daniel Buckley, un joven irlandés de tercera clase que logró sobrevivir al naufragio. Despertado por el impacto, intentó alertar a sus compañeros, quienes no le creyeron. Tras enfrentar obstáculos y ser inicialmente rechazado en la cubierta de botes, Buckley finalmente consiguió un chaleco salvavidas y logró subir a un bote, gracias a la ayuda de una pasajera que lo ocultó bajo un chal. 

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