Los raspados, también conocidos como granizados o raspa, son un deleite para el paladar y un aliado infalible para refrescarnos durante las épocas de calor en México. Elaborados a base de hielo molido y jarabe o fruta natural en almíbar, estos sabores congelados se han convertido en un indispensable en la dieta y cultura mexicana.
Con una amplia variedad de sabores que van desde la clásica grosella hasta exóticos como el maracuyá o la guanábana, los raspados ofrecen una experiencia gustativa única. Además de los tradicionales sabores dulces, se pueden encontrar combinaciones audaces con chamoy, chile piquín y otros ingredientes picantes que añaden un toque de sabor explosivo.
Aunque los raspados son una presencia constante en la gastronomía mexicana contemporánea, su origen se remonta a la época de la Conquista, influenciada por las nieves prehispánicas elaboradas con ingredientes locales como el mamey, el cacao o el capulín. Si bien se tiene registro de los raspados desde el año 1800 a.C., algunos historiadores sugieren que su historia se remonta al siglo V a.C. en la antigua Grecia, donde se preparaba hielo picado con jugo de frutas.
Fue en el siglo VIII cuando los árabes perfeccionaron la técnica, añadiendo jugos de frutas y aromas al hielo picado. Desde entonces, estas delicias refrescantes han evolucionado y se han adaptado a diferentes culturas, llegando finalmente a México.
En la actualidad, los raspados son parte esencial de la vida cotidiana mexicana, siendo fácilmente accesibles en cualquier esquina de la ciudad y en otros estados del país. Ya sea como un refrigerio ocasional o como una tradición arraigada, los raspados continúan deleitando a personas de todas las edades, ofreciendo una refrescante y sabrosa experiencia que perdura a través del tiempo.
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