El enamoramiento, al igual que el amar, afecta a nuestro organismo, nuestro cuerpo cambia desde las células hasta los órganos, incluido el cerebro; cada vez hay más investigaciones sobre cómo nuestra salud física se ve alterada por nuestras emociones y la manera que tenemos que hacerles frente.
La neurocientífica Stephanie Cacioppo dice literalmente que “el amor florece en el cerebro” y que realmente es una necesidad biológica tan necesaria para nuestro bienestar como el ejercicio, el agua y la comida. En este sentido, más de veinte años de investigación demuestran que el amor romántico intenso del comienzo de una relación activa el sistema de recompensa en el cerebro.
A través de pruebas como la resonancia magnética funcional se estudió qué zonas se activaban en el cerebro mientras los participantes veían fotos de su persona amada intercaladas con una fotografía de otro familiar. Cuando veían las fotografías de la persona amada, se activaba la parte del cerebro relacionada a las necesidades básicas, la misma que se activa cuando se tiene hambre o sed.
En la misma línea, otros estudios demuestran la activación de la zona del cerebro donde se «registra» el placer, llamada circuito de recompensa del cerebro, se iluminaba solo al hablar de la persona amada y encontraron hasta doce áreas del cerebro que liberan sustancias químicas relacionadas con sentirnos bien, como la dopamina, adrenalina u oxitocina.
Los millones de procesos paralelos de nuestro cuerpo y la forma en la que los sostiene, se ven alterados por nuestra forma de sentir y estar en los diferentes momentos de nuestra vida.