El concepto de zombie ha cautivado a la humanidad durante generaciones, alimentando la imaginación a través de obras de ficción como series de televisión, películas y novelas. Sin embargo, aunque la idea de los muertos vivientes sigue intrigando a muchos, la ciencia desmiente su existencia.
En la ficción, los zombies son representados como seres lentos pero implacables, que cazan a cualquier persona viva. Son una paradoja física: muertos vivientes que se mueven como si estuvieran vivos. Sin embargo, según la biología humana actual, los zombies simplemente no pueden existir.
El calor y la humedad acelerarían la descomposición de su carne, mientras que el invierno profundo haría que sus huesos se volvieran frágiles. Además, los rayos ultravioleta del sol y los microorganismos presentes en el medio ambiente serían letales para ellos. En cuanto a la locomoción, los zombies carecerían de la estructura física necesaria para moverse. El sistema nervioso central humano, clave en el movimiento, sufriría daños masivos en los zombis, lo que haría imposible que se desplazaran.
Además, los zombies serían vulnerables a enfermedades y microorganismos, ya que carecerían de un sistema inmunológico funcional. Esto acortaría rápidamente su esperanza de vida, convirtiéndolos en presas fáciles para la descomposición. Aunque los amantes de los zombis puedan tener una visión romántica del apocalipsis, la realidad sería mucho más sombría. La falta de medicamentos, combustible y agua limpia serían solo algunas de las preocupaciones en un mundo dominado por los muertos vivientes.
