Dispuesto a terminar con su existencia, un hombre decidió aventarse desde un puente peatonal en la avenida Salvador Nava, ya no quería vivir, pero no era su momento así que, en forma de policías, aparecieron dos ángeles para ponerlo a salvo. Corrieron hacia él escaleras arriba mientras que, con una voz tierna le decían «Ahí quédese, don, pos’ qué anda haciendo, hombre».
Temeroso de que frustraran su buena acción, el policía urgía a su pareja córrele, Ulises, mientras intentaba llamar la atención del suicida.
No, jefe, qué anda haciendo, hombre. No, jefe, no haga eso.
Balbuceando, el hombre intentaba explicarles a los agentes que no quería vivir, pero estos se aferraron. Abajo, en los carriles centrales, los autos rugían a su paso. Poco a poco, el hombre se iba acercando a su destino, uno que él quería construir pero que Dios no estaba dispuesto a concederle. Sus ángeles en forma de policía se acercaban cada vez más para consumar el salvamento.
«¿Por qué se quiere aventar, hombre?» le gritaba uno de los uniformados al desconsolado sujeto, aferrado a uno de los tubos del puente intentando explicar su acción. «Ahí está bien, espéreme. No, jefe, no, no, no, no, no» le gritaba el agente cuando el hombre intentaba dar pasos hacia la muerte. «No se mueva, jefe, no se mueva, por favor» suplicaba, pero el suicida no escuchaba así que decidió trepar al barandal para impulsarse hacia el fin de su vida. Fue, justo entonces, cuando Ulises, el otro agente que trepó al puente, lo tomó por la espalda y lo colocó en zona segura.
El suicida fue abrazado por los policías quienes lo llenaron de amor y lo trasladaron al servicio médico para que fuese valorado y, de ser necesario, canalizado a atención especializada para que le ayuden a vivir en este mundo donde la vida a veces es dura, pero no deja de ser bella.
CódigoSanLuis.com felicita a los agentes que hicieron de ángeles de la vida: Ulises Hernández, a quien de cariño le dicen El Fido, y David Guerra Costilla, conocido también como El Costillita.
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