El personaje tan querido y reconocido mundialmente como Santa Claus tiene un origen sorprendente y está ligado a eventos que se remontan al Mediterráneo, específicamente en la ciudad romana de Mira, en Turquía, durante los siglos III y IV. En aquel tiempo, un obispo griego llamado Nicolás ganó reconocimiento por su dedicación al cristianismo, su labor caritativa y sus actos milagrosos.
Nicolás se convirtió en una figura importante, defendiendo la fe cristiana frente al imperio Romano en una época en que esta religión apenas empezaba a tomar fuerza tras la muerte de Jesús. Sin embargo, su influencia fue más allá de su labor religiosa; se convirtió en el santo patrón de marineros, comerciantes y, especialmente, de los niños y niñas.
Las historias de sus actos piadosos y milagros se extendieron a lo largo de los siglos, convirtiéndolo en un símbolo venerado. Nicolás era el protector de los más jóvenes, les otorgaba regalos, seguridad y los cuidados necesarios para seguir su fe cristiana. Se convirtió en una figura destacada en Europa, conociéndose su influencia en el año 1200.
Con el paso del tiempo, la historia de San Nicolás se entrelazó con las tradiciones europeas y adoptó rasgos físicos de diversas culturas. Se convirtió en un santo conocido por cuidar a los niños y niñas, uniendo la devoción religiosa con la celebración de la inocencia infantil.
La Reforma Protestante en el siglo XVI cambió su representación en Europa, especialmente en regiones germánicas como Alemania y Países Bajos. Surgieron figuras como Ru-klaus o Pelznickel, personajes que, lejos de la imagen amigable de Santa, infundían miedo y respeto en los niños y niñas, promoviendo el buen comportamiento.
En este contexto, los Países Bajos adoptaron un nuevo personaje para continuar con la tradición de los regalos, la cual llegó posteriormente a Estados Unidos. En territorio estadounidense, en el siglo XIX, artistas como Thomas Nast transformaron la imagen de Santa Claus, otorgándole su característica apariencia actual: un hombre bonachón, barbón y vestido de rojo. Este diseño se popularizó, convirtiéndose en la representación icónica de la Navidad que conocemos en la actualidad.
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