(Un quiquiriquí en cuatro partes)
Ha dejado a sus deudos una serie de textos propios de su estilo desparpajado, viperino, sádico y ponzoñoso. Él creyó pertinente que en estos días se publicaran, señaló en la carta enviada ha esta redacción que lo hace con un firme compromiso por rescatar y desintoxicar a la malograda, desvencijada, perezosa y obesa Secretaría de Cultura, llena de pusilánimes y mediocres funcionarios que solo ven por sus intereses personales y nunca por el bienestar de la gente que al fin de cuentas es la misión para la que fue creada esta dependencia.
Dice que alcanzó a escuchar una entrevista del gobernador electo en la que menciona su pretensión de hacer funcionar al gobierno como una empresa, habrá sin duda quién malinterprete esto, pero para el Gallo no fue así, asegura que esa debió ser la visión inicial de tanto organismo cultural, ver como empresas sus museos, trabajar y generar estrategias para generar recursos, pero eso como va a suceder si ni siquiera están conectados con la comunidad, sus perfiles en redes son patéticos casi todos tienen más de 10 años y no tienen ni 5 mil seguidores, como en todo hay excepciones pero son pocos, la mayoría pareciera que no les interesa en nada su trabajo.
Y ni como defender a tanto huevón al frente de los museos y espacios culturales, la pandemia los exhibió como lo que son en todo su esplendor, un año completo rascándose las bolas, viviendo felizmente del erario. Dicen que trabajaron en línea. Por el amor de dios, puras mentiras. Compartieron sus mediocres logros confundiendo alevosamente los alcances de sus notificaciones en redes, interpretándolas como interacciones y en el peor de los casos como el CEART y el Museo Carrington registraron dichos alcances como participaciones, pusieron como asistencias a más de 100 mil personas en sus mediocres actividades que sólo tuvieron interacciones mínimas, aprovechándose por supuesto del analfabetismo tecnológico de los boomers que dirigen la SECULT quienes les aplaudían y festejaban y no sólo eso, sino que también lo presumían.
La SECULT huele mal, huele a mediocridad, a perdedores, a pusilánimes a gandallas y, saben, eso duele. Sn lugar de estar escondidos en sus escritorios debieron salir a la calle, a conocer a la gente, a hablar con los jóvenes, a sumar sus actividades a los ejercicios valientes en defensa de los derechos, en defensa del respeto y la inclusión, los tiempos están cambiando y parecieran que ni cuenta se dan, viven en burbujas viejas, no han podido dejar atrás sus prejuicios, sus machismos, su misoginia y el ejercicio permanente del acoso, ese acoso invisible, pero igual de violento donde para poder acceder tienes que ceder. Continúan agazapados todos, escondidos en sus closets, debajo de sus escritorios, sin apoyar ni una sola causa, no los vi en la marcha LGTB, no los vi apoyando las iniciativas progresistas en el Congreso, ni debatiéndolo en sus espacios, no los vi defendiendo a las mujeres ni a sus derechos, por el contario festejando en hojas de la sala micromachismos y la misoginia.
Pues bien, este texto sólo sirve de introducción a lo que serán las próximas tres columnas póstumas del Gallo. La primera la tituló Las momias de la cultura. La segunda, Los floreros culturales y, la tercera, La comunidad incomunicada. Adelanto que no será para cardiacos, habrá mugre, insultos y nadie saldrá bien librado, exhibirá a todo el pus cultural de San Luis, los que están libres de pecado y han hecho su trabajo no se alarmen ni se preocupen si algo tenía el Gallo era reconocer, como los puercos truferos, los buenos frutos de un campo fértil. Hasta pronto.
Fin de la primera parte.