Las abuelas de mi tierra siempre apegadas al amor de Dios, dicen que la Semana Santa es una época llena de sentido espiritual, que es un periodo pleno del misticismo sagrado del cristianismo, que transcurre desde el domingo de Ramos hasta el domingo de Resurrección; desde el punto de vista ritual, es un período de intensa actividad por ser la semana en la que se hace un memorial de la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo. El jueves, el viernes y el sábado santos, –triduo pascual– simbolizan la de renovación a través de la búsqueda y muerte de Jesús.
La vida de Jesucristo es una lección de humildad, –que significa sencillez para derrotar al ego, modesto para evitar el orgullo– su nacimiento llegó en las circunstancias más humildes, en un pesebre entre animales domésticos, parte de lo extraordinario es que un hombre iluminado viva con la más normal sencillez y humildad.
Aunque la vida pública de Jesús esté colmada de milagros, de miles de personas que le siguen por su luz y sus prodigios, es en sí misma –en lo más íntimo de su ser y en lo externo– la más grande lección de amor al prójimo y humildad; qué tan fuerte será el amor y la humildad de Jesús que fue capaz de cambiar la historia de la humanidad. Finalmente la máxima expresión de humildad que nos legó fue el de ser capaz de sufrir de gran humillación: morir en la cruz como un malhechor.
La lección de Cristo en esta época está en el amor al prójimo y en la humildad en la vida, humildad en los grandes momentos y en los detalles pequeños, humildad que te lleva a ver las como son, no como tu ego –que lo único que hace es afirmar aberrantemente tu vanidad– quiere que sean.
En la medida en la que cada quien es más humilde, cumple con el viejo y sabio aforismo que a la letra reza: “conócete a ti mismo”, al hacerlo se agiganta su visión de la vida, teniendo la facilidad para corregir y diagnosticar los fallos y corregirlos a tiempo, llega con una facilidad alquímica la posibilidad de aceptarte, darte, auto apreciarte y amarte. En el libro de libros –la Biblia– se afirma: “Donde hay humildad, hay sabiduría”.
En nuestro país, esta fecha es celebrada de múltiples maneras, como el viernes Santo en la ciudad de San Luis Potosí, en el que se lleva a cabo la espectacular Procesión del Silencio; también son reconocidas internacionalmente las procesiones de Puebla y Taxco, Guerrero, en la que los penitentes se hieren en compensación por los tropiezos cometidos y en busca de recibir la gracia del Cristo que evocan.
En poblaciones indígenas la fecha es propicia para el reencuentro con las tradiciones centenarias, llenas de un rimbombante colorido, con sus rezos, gastronomía y sus danzas. En la Ciudad de México, la celebración más afamada y espectacular se realiza en el Cerro de la Estrella, en Iztapalapa, con la participación de cientos de creyentes y de miles de espectadores.
Eventos que hoy serán vistos desde tu casa. “La Prefectura de la Casa Pontificia, informó que por la actual emergencia sanitaria, todas las celebraciones litúrgicas de la Semana Santa se llevarán a cabo sin la presencia física de fieles, así mismo la recomendación de la Secretaria de Salud: evitar eventos masivos debido la cris de expansión del Covid-19, que se ha suscitado.”
Lo de vacaciones de Semana Santa, me recuerda aquel pela’o que llegó con el Filósofo de Güémez diciéndole:
–– Quiero pedirte un consejo, soy muy amigo del gobernador y voy hablar con él para que me dé chamba, ¿cómo ves si le pido que me haga Secretario de Estado?
–– Bueno –dijo el Filósofo–, sólo que esos trabajan 24 horas diarias, los siete días de la semana.
–– ¡Ah, cabrón!, tons’ le pediré que me haga Subsecretario.
–– Bueno –volvió a responder el Filósofo–, esos también trabajan 24 horas al día, los siete días de la semana… sólo que ganan la mitad del sueldo de los secretarios.
–– ¡Entonces le voy a pedir que me haga Director General!
–– Mira –volvió a decir el Filósofo–, esos no sólo trabajan las 24 horas del día, los siete días de la semana, además, no tienen vacaciones de Semana Santa, de julio, ni decembrinas.
–– ¡¡Entonces le voy a pedir que me haga Jefe de Departamento!!
–– Ahí sí te pasaste a chingar –dijo el Filósofo–, porque esos además de trabajar mucho y no tener vacaciones… ¡¡¡TIENEN QUE SER DOCTORES!!!
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