La plutocracia que burla la ley, socava las instituciones, desprecia el orden mundial, aborrece la diversidad sexual y debilita al Estado ha expresado en voz de su representante en la Casa Blanca un insólito discurso nacionalista que sugiere el comienzo de una era de oscurantismo y de resistencia al progreso de la humanidad.
Trump de 78 años vuelve a la presidencia arropado por 77.3 millones de votos de electores convencidos de su credo y su desparpajo. Entre muchas razones porque él y su vicepresidente representan a la América profunda, rural, blanca, supremacista que reclama volver a tiempos del imperialismo ya no por la vía militar sino por la guerra cultural y de las ideas con base en mentiras.
Trump apeló al fanatismo y la euforia de sus seguidores a quienes prometió en campaña todo lo que ha firmado el día de su juramento a través de unas cien órdenes ejecutivas. Es un personaje megalómano muy empoderado que simboliza al típico macho anglosajón violento y violentador. Que defiende la tenencia de armas de fuego sin preocuparse por las frecuentes masacres y las vidas que se quiebran tras de sí.
La agenda negacionista está en marcha en medio de contradicciones. Apelan a la libertad pero proscriben la diversidad sexual e imponen obstáculos legales contra el derecho a decidir de las mujeres; acusan corrupción pero se saltan la ley de manera grosera al indultar a condenados por el asalto al Capitolio, el mismo sitio donde volvió a rendir protesta.
La élite que desea imponer su visión al mundo con Trump a la cabeza ya no oculta sus alianzas con los tecnooligarcas. Musk, Zuckerberg y Bezos que fueron avasallados, activan la máquina de propaganda a través de sus medios y plataformas sociales. El tono envalentonado del magnate inmobiliario se refleja en su trato hacia las mujeres a quienes siempre ha acosado y manipulado.
De las 12 carteras del gabinete (secretarías) solo cuatro están integradas por mujeres (Justicia, Seguridad Nacional, Trabajo y Agricultura). Buena parte de su equipo proviene del ámbito financiero, armamentista, inmobiliario y tecnológico. El Trump que se declaraba contra las vacunas del Covid, ahora ha tomado otra decisión alarmante: retirar a su país de la OMS al tiempo que decide abandonar una vez más el Acuerdo de París sobre cambio climático. En su primer periodo también ordenó salir de la UNESCO.
Su rabia contra México es delirante y objeto de estudio. Al jurar el cargo lanzó una batería de medidas dirigidas a tensar al máximo las relaciones bilaterales y a mandar un mensaje: no queremos cooperación, no necesitamos a México para debilitar a los cárteles, frenar la migración o restringir el comercio exterior.
Abandonemos la idea de que Trump es el mismo de su primer periodo. En absoluto; ha radicalizado su giro a la derecha añorando un pasado imperialista y hegemónico. En México se decía que republicanos y demócratas eran iguales; basta ver el endurecimiento del discurso antiinmigrante y de odio contra las minorías latinas que se ejemplifica en el cierre de redes sociales en español de su gobierno.
Al observar la juramentación, me identifiqué con la cara de Kamala, las risas tensas de los Clinton y la preocupación sin complacencias del combativo senador Sanders. Esta vez el discurso xenófobo, racista y expansionista parece que irá más allá de las amenazas. Nuestra primera presidenta de izquierda y su equipo tendrán un reto enorme frente a un autócrata beligerante y provocador.
@ClauCorichi