Después de que el ángel Gabriel se le apareció a la Virgen María para anunciarle que sería la madre del Salvador, Ella, la “llena de gracia”, partió a ver a su prima Isabel, que estaba encinta y se quedó para ayudarla hasta que el niño nazca. Ese niño, nacido de la mujer a la que llamaban estéril, era Juan, “voz que clama en el desierto”, el hombre que habría de allanar el camino del Mesías. San Juan Bautista nació seis meses antes que Jesucristo.
Así como el nacimiento del Señor Jesús se celebra cada 25 de diciembre, durante el solsticio de invierno (el día más corto del año); el nacimiento de San Juan se celebra el 24 de junio, solsticio de verano (el día más largo). Así, después de Jesús los “días van a más” (son más largos) y después de Juan, los días “van a menos”, hasta que vuelve “a nacer el sol” de Justicia, el Señor.
La Iglesia estableció estas fechas en el siglo IV, con la finalidad de que, superpuestas a dos fiestas importantes del calendario greco-romano, cobrasen un nuevo sentido: el “día del sol” (25 de diciembre) y el “día de Diana”, fiesta de la fertilidad (24 de junio), serían desde entonces fiestas cristianas porque evocan la obra de la salvación, pero que se vinculan también al ciclo de la vida natural, obra de Dios.
Cortesía de aciprensa
A continuación, las palabras que el padre Jesús Priego compartió a codigosanluis.com sobre San Juan Bautista: