Este gran santo es uno de los grandes maestros del “discernimiento de espíritus” (la capacidad de encontrar la voz del Espíritu de Dios en los detalles o situaciones de la vida cotidiana) y aquél que imprimió un carácter novedoso a los “ejercicios espirituales”, práctica característica de la tradición cristiana.
La espiritualidad que desarrolló Ignacio ha inspirado la génesis y el crecimiento de numerosas familias espirituales, de las más diversas iniciativas y obras dentro de la Iglesia. De la misma manera, la ha provisto de misioneros, educadores y evangelizadores por siglos en todo el mundo. Como se sabe, el mismo Papa Francisco se cuenta entre los hijos de San Ignacio.
«para mayor gloria de Dios»- es, quizás, el lema con el que mejor se identifica al fundador de los jesuitas. Sin embargo, muchos otros tesoros pueden extraerse de sus textos o dichos. Las palabras de San Ignacio poseen una fuerza especial para encender las mentes y los corazones: “Ruégale a Dios por todos los que como tú deseamos extender el Reino de Cristo, y hacer amar más a nuestro Divino Salvador”.
El legado y testimonio, siempre actuales, de Ignacio de Loyola ha regalado incontables frutos de santidad por los que todo católico debe estar agradecido.
Era tanto el deseo que tenía de salvar almas que exclamaba: «Estaría dispuesto a perder todo lo que tengo, y hasta que se acabara mi comunidad, con tal de salvar el alma de un pecador».
Oh Dios, que para propagar la mayor gloria de tu nombre, has fortalecido por medio de San Ignacio a la Iglesia militante con un nuevo auxilio: alcánzanos que con su ayuda y a imitación suya peleemos en la tierra hasta conseguir ser coronados con él en el cielo. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
Con información de Aciprensa