Uno de los santos más venerados por la fe católica en el mundo tiene su celebración este 31 de julio. San Ignacio de Noyola nació en 1491 en Guipúzcoa, en el norte de España. Proveniente de una familia acomodada, el joven Iñigo (nombre que le fue dado al nacer) disfrutaba de los placeres mundanos, derrochando dinero y ejerciendo su sexualidad libremente.
A la edad de 30 años, Iñigo de Noyola se integró al ejército, alcanzando rápidamente el grado de capitán y teniendo a su mando un grupo de hombres fuertemente armados. Mientras defendía el Castillo de Pamplona, fue gravemente herido en una pierna, al grado de quedar tullido para toda su vida.
Mientras se recuperaba en los centros médicos, comenzó a leer los libros La vida de Cristo y el Año Cristiano, los cuales le hacían tener una inmensa alegría que le duraba por días. Asimismo, comenzó a leer la vida de los santos, llamándole la atención sus prácticas, sus estilos de vida y la lealtad que habían jurado a la gracia de Dios.
Fue así como comenzó a interesarse cada vez más en dar a conocer la Palabra del Señor a otras personas que lo necesitaban. Su objetivo era lograr hacer muchas de las acciones de los santos que ya admiraba. A cada rato se preguntaba, «¿Y por qué no tratar de imitarlos? Si ellos pudieron llegar a ese grado de espiritualidad, ¿por qué no lo voy a lograr yo? ¿Por qué no tratar de ser como San Francisco, Santo Domingo, etc.? Estos hombres estaban hechos del mismo barro que yo. ¿Por qué no esforzarme por llegar al grado que ellos alcanzaron?»
Una vez recuperado de sus heridas de guerra, Ignacio de Noyola renunció a todas sus posesiones, vistió con ropas sencillas y viejas, comenzó su andar por el mundo llevando la Buena Nueva mientras sobrevivía pidiendo limosna, situación a lo que los historiadores definieron como su periodo de peregrinación.
Gracias a sus acciones, Ignacio de Noyola fue ganando simpatía por muchas personas, desde mendigos hasta reconocidos integrantes de las altas esferas sociales, los cuales comenzaron a ayudar al santo a edificar centros religiosos donde se evangelizaba, se instruían varias materias y se enseñaba a orar.
En Roma, San Ignacio se dedicó a predicar Ejercicios Espirituales y a catequizar al pueblo. Sus compañeros se dedicaron a dictar clases en universidades y colegios y a dar conferencias espirituales a toda clase de personas.
En 1540, el Papa Pablo III aprobó su comunidad llamada «Compañía de Jesús» o «Jesuitas». El Superior General de la nueva comunidad fue San Ignacio hasta su muerte.
En los 15 años que San Ignacio dirigió a la Compañía de Jesús, esta pasó de siete socios a más de mil. A todos y cada uno trataba de formarlos muy bien espiritualmente.
Como casi cada año se enfermaba y después volvía a obtener la curación, cuando le vino la última enfermedad nadie se imaginó que se iba a morir, haciéndolo, finalmente, el 31 de julio de 1556 a la edad de 65 años.
En 1622 el Papa lo declaró Santo y después Pío XI lo declaró Patrono de los Ejercicios Espirituales en todo el mundo. Su comunidad de Jesuitas es la más numerosa en la Iglesia Católica.
Seguiremos informando