San Antonio Abad fue un monje ilustre que vivió en austeridad, pasó a la historia por tener la costumbre de bendecir a los animales y a las plantas. Algunas leyendas de San Antonio señalan que tenía la habilidad de curar, se dice que en una ocasión sanó a una jabalina y le devolvió la vista; en agradecimiento el animal y sus crías permanecieron siempre a su lado.
También se le conocía como San Antón o San Antoni, la imagen icónica de San Antonio lo muestra con un bastón de los ermitaños en forma de T, “tau”, última letra del alfabeto judío, como alusión a las cosas últimas y a nuestro destino final.
Su vida estuvo marcada por la soledad, el ayuno y el trabajo. Quedó huérfano a los 20 años; donó todos sus bienes a los pobres y se retiró al desierto, donde combatió contra las tentaciones del demonio, escogiendo la vía de la ascesis y la oración.
Después de su muerte fue nombrado como patrón o protector de los animales, debido a su amor divino a la naturaleza y a los seres vivos.