
La frase «lo estás haciendo bien» es esencial en el universo personal de un niño. Un elogio es en realidad mucho más que un simple refuerzo positivo, al más puro estilo del condicionamiento operante. Es un modo de alentar al pequeño a continuar, a seguir adelante, mientras alimentamos su autoestima, su confianza y su sensación de seguridad. A su vez, se erige también como una expresión que se centra en el proceso… más que en el propio resultado.
Este tipo de reflexiones son las que a menudo deseamos (y necesitamos en parte) escuchar en boca de alguien. El necesitarlo no significa, ni mucho menos, que busquemos ser validados por segundas personas o que dudemos de nosotros mismos. A veces, un reconocimiento, un simple refuerzo positivo en el momento preciso y el instante adecuado, actúa como una caricia emocional y como un impulso vital.
Los adultos también necesitamos de vez en cuando este tipo de interacción positiva donde, por un lado, se contiene el reconocimiento personal, y por otro, apoyo. Por ejemplo, lo necesita la madre o el padre que día a día lleva a cabo la compleja labor de crianza y educación de un hijo. Lo necesita esa persona que en un momento dado decide dar un cambio en su vida y alguien de su círculo cercano no duda en decirle que su decisión es acertada, que ese paso es todo un acto de valentía por su parte…
A veces, escuchar un «lo estás haciendo bien» se agradezca tanto y nos reafirme si cabe un poco más en esa relación, en ese vínculo. Por tanto, estamos seguros de que a lo largo de nuestra vida nos habremos encontrado con estos tres tipos de apoyo personal, que ahora pasamos a desarrollar.
Sabemos que esos refuerzos verbales y emocionales por parte de los nuestros son útiles en muchas ocasiones. Nos ayudan a seguir adelante. Sin embargo, tampoco podemos olvidar que también nosotros debemos alentarnos, validarnos, inyectarnos motivación y adecuadas caricias emocionales para hallar esa energía vital con la que afrontar el día a día.
Hablamos sin duda del apoyo, la consideración y la cercanía que recibimos de los nuestros. Podríamos decir aquello de que «no nos afecta», que hemos llegado a un punto en nuestro desarrollo personal donde las palabras dichas por otros son como el aire rancio que a veces ocupa una habitación sin ventilar… y que abrimos la ventana, para dejar ir, y volver a respirar tranquilos. Sin embargo, por mucho que queramos no siempre es así. Lo que digan nuestros padres o hermanos a veces duele. Los comentarios de los amigos y de nuestras parejas, nos importan.
De ahí, que a veces, escuchar un «lo estás haciendo bien» se agradezca tanto y nos reafirme si cabe un poco más en esa relación, en ese vínculo. Por tanto, estamos seguros de que a lo largo de nuestra vida nos habremos encontrado con estos tres tipos de apoyo personal, que ahora pasamos a desarrollar.