En medio del cambio climático y los variados retos ambientales, la lluvia ácida emerge como un factor de preocupación no solo para el medio ambiente, sino también para la salud humana. Este fenómeno se genera cuando la humedad del aire se mezcla con óxidos de nitrógeno y dióxido de azufre, provenientes mayormente de la actividad humana como la quema de combustibles fósiles en centrales eléctricas, fábricas y vehículos.
El proceso de formación de la lluvia ácida ocasiona la producción de ácido sulfúrico y ácido nítrico, los cuales se disuelven en las nubes y precipitan como lluvia, nieve o niebla, con un pH inferior a lo normal.
Aunque estudios indican que la lluvia ácida no causa daños directos a la salud, la exposición prolongada puede provocar irritación en los ojos, problemas respiratorios e incluso afectaciones crónicas como enfermedades respiratorias y cardíacas. Los contaminantes transportados por la lluvia ácida también contaminan suelos y cuerpos de agua, afectando la biodiversidad y amenazando la calidad del agua potable.
Para mitigar este fenómeno, se recomienda reducir el uso de combustibles fósiles, implementar controles de emisión más rigurosos, promover el uso del transporte público y conservar los recursos naturales.
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