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Refundarse, refundirse o… ¿fusionarse?, el dilema del PRI

“Nos proponemos ser los autores de todo lo nuevo bueno que el pensamiento humano vislumbre o intuya y que la realidad, más rica que la misma imaginación, reclame, y pretendemos también ser los celosos guardianes de lo viejo bueno que en el país existe. Llevaremos, pues, con las manos limpias, todas las banderas del progreso político, económico, social y cultural de México”

Fragmento del discurso de Jesús Reyes Heroles; toma de protesta como presidente del Partido Revolucionario Institucional, 21 de febrero de 1972

Con 91 años de fundado a cuestas, el PRI está a punto de iniciar una de sus batallas más grandes, el proceso electoral 2020-2021 trae para el otrora invencible, profundas reflexiones sobre un resultado que se antoja previsible.

El Partido Revolucionario Institucional se ha sustentado en su capacidad probada de aglutinar intereses y de moldearse en torno a ellos para mantenerse vigente, muestra de esto son su fundación en 1929 como pacto entre revolucionarios y sus posteriores refundaciones en 1938 y 1946, con las que fueron recogiendo intereses y respondiendo a los nuevos entornos y realidades políticas del País para consolidarse como la figura hegemónica de la política nacional del siglo 20.

Con la llegada de la alternancia democrática en el año 2000 el PRI se enfrenta a hacer política desde la oposición aparente, ya que si bien es cierto había perdido la Presidencia de la República, dominaba la geopolítica nacional con una representación cameral mayoritaria federal y local, así como con más gobiernos locales –estatales y municipales – que el Partido Acción Nacional que en la persona de Vicente Fox había ganado la elección del ejecutivo federal.

Esto le permitió al PRI mantener alianzas, contar con recursos, controlar las comisiones de búsqueda de la verdad y anticorrupción, así como frenar reformas vitales para la consolidación de una real transición política y democrática en México.

Esa posibilidad le permitió al Revolucionario Institucional, lograr lo impensable en una transición, retomar el poder aprovechando la coyuntura de debilidad política del Presidente Calderón, tanto al interior de su partido como institucionalmente resultado de su cuestionada elección y políticas en materia de seguridad, así como de una izquierda dividida y en ese momento cuestionada por sus métodos de protesta considerados por un sector social como peligrosos.

El retorno del PRI se apuntalaba, además, de un discurso en donde los nuevos cuadros, jóvenes y con visión de futuro habrían de sacar adelante a México y consolidarlo como una nación moderna y económicamente estable.

Sin embargo, como predicción de oráculo, al PRI lo alcanzo su historia; en el gobierno encabezado por Enrique Peña Nieto, así como la llamada nueva generación política priísta, concluyeron sus mandatos severamente cuestionados por temas de corrupción, lo que sin duda resultó en su derrota electoral de 2018, la más grande que haya tenido, siendo colocado – a diferencia del 2000- como tercera fuerza electoral real en el país.

En los primeros 2 años de esta estrepitosa derrota y con una realidad económica y política muy distintas a las del inicio del gobierno lopezobradorista, el PRI no levanta en las preferencias electorales a pesar de la baja en la popularidad o aceptación del Presidente, quien es el eje-figura política de MORENA.

Se antoja pues un escenario difícil para el Revolucionario Institucional que en todo este tiempo no aposto por una refundación y reestructura real de cara a los nuevos escenarios nacionales y a las nuevas exigencias de la sociedad, conformada en gran medida por jóvenes que lo único que han escuchado del PRI es su hábito por la corrupción.

No conforme con haber perdido y estar en tercer lugar o precisamente por eso, hay priistas que se acomodan como buenos compañeros de viaje del gobierno en turno fusionándose con este, sin oponerse aceptan y se someten al más puro y viejo estilo; esto hace pensar en lo que yo he denominado el nacimiento de la nueva hegemonía política, en la cual habrán de sumarse como uno solo los nuevos grupos en el poder.

CONCLUYENDO

  1. La elección de 2021 será para el PRI, pase lo que pase, el momento necesario para refundarse, para crear un nuevo instituto aprovechando lo que se hizo bien y consolidarlo así como sumarse a las verdaderas causas de México; la transformación de nuestro País no es regresando a un presidencialismo de corte central y absolutista, la real transformación de México inicia con el reconocimiento de la pluralidad y la suma de todos una nueva era no inicia con lo que ya habíamos superado, por más honesta y democrática que esta sea.

 

  1. Si el PRI no se reforma con seguridad será el inicio del fin; El PRI debe tener una franca y abierta reflexión que conlleve a echar afuera a esos grupos que valiéndose de las siglas han llevado al instituto y a su militancia al cuestionamiento social para todos, como si fueran uno solo.

 

  1. Atentos los priistas con la fusión de facto que se proponen algunos de los llamados “cuadros distinguidos”, para acomodar sus intereses personales y grupales, por encima de los del partido y sus militantes.
MUNICIPIO SOLEDAD GRACIANO SANCHEZ
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