Estudios realizados desde la neurociencia señalan una importante relación entre tu postura y expresión facial, y el estado anímico, es decir, que existe un vínculo estrecho entre factores como la respiración, el ceño fruncido, la espalda encorvada y las emociones que experimentamos.
Ya desde hace tiempo la conceptualización de los sentidos ha dejado de verse a treves de los cinco más comunes, el olfato, la vista, el tacto, el gusto y el oído, que están más relacionados con percibir los estímulos de afuera, y han implementado otros dos que serían “los más importantes” para el cerebro: la interocepción y la propiocepción
La propiocepción es la información que recibe el cerebro sobre lo que pasa con nuestros órganos, mientras que la propiocepción es la información que le llega al cerebro de «cómo está mi cuerpo por fuera» la postura, los gestos y las sensaciones que yo tengo en todo mi cuerpo.
Anteriormente ya se conocía que el cerebro tiene que saber cómo está todo el cuerpo, pero se creía que está información era pasiva. Recordemos que un sentido es aquella información que el cerebro recibe y a la cual debe responder, por lo tanto, una vez que las investigaciones arrojaron que el cuerpo responde ante la información de los órganos y la postura de nuestro cuerpo, se contemplaron como parte de los sentidos.
Los neurocientíficos han explicado que el cuerpo está representado en la zona cerebral llamada Corteza somatosensorial, y que el cerebro da más importancia a ciertas partes del cuerpo que a otras, por ejemplo, de todo el cuerpo el cerebro suele darle más importancia a la cara, a las manos y a la curvatura del cuerpo.
De esta manera, las personas que tienen cara de enojo, cosa que es muy común, están activando una zona relacionada con la amígdala, que es una parte del cerebro involucrada en la emoción, el cerebro piensa: tenemos cara de enojo, entonces debemos de ser congruentes con lo que sentimos, por lo tanto, si llega una situación estresante seremos más propensos a reaccionar de manera enfadada y con poca tolerancia porque ya está preparada esta zona para la reacción.
El cerebro buscará siempre la congruencia entre mente y cuerpo, y con esto, adaptar las emociones a la expresión de la cara, si tenemos una cara tranquila, el cerebro interpreta; esta cara es propia de estar tranquilos, por lo tanto, ‘se activan los mecanismos para estar tranquilos’.
Además, el cerebro tiene una zona dedicada a la postura del cuerpo. Regularmente cuando vemos a una persona encorvada pensamos en tristeza o cansancio, esta postura el cerebro la interpreta como: «tenemos que estar tristes para que haya equilibrio», y esto a su vez, resulta preocupante cuando cada vez estamos más acostumbrados a estar encorvados por estar horas frente a los dispositivos electrónicos.
Y por último la respiración, esta tiene un rol sumamente importante, sin embargo, muy pocas personas saben respirar, y es que sí, aunque parezca un chiste mucha gente está acostumbrada a respirar por la boca y tener respiraciones cortas y rápidas, sin embargo, si empezamos a cuidar nuestra postura automáticamente podremos tener conciencia y control para tener una respiración efectiva, es decir, una respiración nasal, profunda y tranquila.
La respiración también influye en la memoria, en la atención y en la gestión de las emociones, neurocientíficos afirman que en el momento de la inhalación es cuando la información puede ser guardada más fácilmente.
Así que ya lo sabemos, el cerebro buscará e intentará tener congruencia cuerpo-mente, para así estar en equilibrio con lo que expresamos físicamente y las emociones que sentimos. Relajen su cara, respiren profundamente y enderecen su espalda.
Estefanía López Paulín
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