La vigorexia, clínicamente conocida como dismorfia muscular, es un trastorno mental que se caracteriza por una obsesión desmedida por aumentar la masa muscular. Según Robin Rica, director de la Unidad de Trastornos Alimentarios del Instituto Centta, quienes padecen esta condición experimentan «una distorsión de la imagen corporal», lo que les lleva a sentirse insuficientemente musculosos o fuertes.
Aunque la vigorexia no se clasifica estrictamente como un trastorno alimentario, comparte similitudes con condiciones como la anorexia, especialmente en la preocupación obsesiva por la figura y la distorsión del esquema corporal. Se observa una mayor prevalencia en hombres, con un pico de inicio alrededor de los 18 años. Esto resalta la necesidad de una mayor concienciación sobre este trastorno, que a menudo pasa desapercibido en comparación con otros problemas de salud mental.
Las causas de la dismorfia muscular son multifactoriales. Afecta principalmente a individuos con baja autoestima, perfeccionismo y dificultades en las relaciones interpersonales. Entre los factores de riesgo se incluyen la baja autoestima, una alta autoexigencia, personalidades obsesivas y experiencias de acoso escolar relacionadas con la apariencia física. El perfil típico de un afectado es un hombre joven, entre 15 y 35 años, que presenta rasgos de introversión e inseguridad.
Los síntomas de la vigorexia incluyen un riguroso programa de entrenamiento centrado en el levantamiento de pesas, lo que puede llevar al abandono de actividades cotidianas y relaciones sociales. Además, estos individuos muestran una gran preocupación por su dieta, buscando eliminar la grasa y aumentar la masa muscular, a menudo siguiendo regímenes alimentarios extremos. El uso de hormonas y esteroides anabólicos es común, lo que puede tener graves consecuencias para la salud física y mental.
Para prevenir la vigorexia, se recomiendan varias pautas, como fomentar la práctica de ejercicio en actividades grupales o recreativas en lugar de entrenamientos solitarios. También se sugiere supervisar los programas de ejercicio con entrenadores profesionales y realizar exámenes físicos para adaptar los ejercicios a las capacidades individuales.