
El brutalismo arquitectónico, un estilo que marcó la segunda mitad del siglo XX, ha dejado una huella indeleble en México. Surgido en Europa tras la Segunda Guerra Mundial, este movimiento se popularizó en los años sesenta como una respuesta a la necesidad de construir con eficiencia y austeridad, destacándose por el uso del concreto expuesto, formas geométricas audaces y estructuras monumentales.
En México, el brutalismo no solo se adaptó a las condiciones materiales y climáticas del país, sino que también se fusionó con su contexto urbano y social. A lo largo del territorio nacional, es posible encontrar ejemplos emblemáticos de esta corriente en ciudades como Ciudad de México, Guadalajara, Monterrey, Puebla, Veracruz y Baja California, entre otras entidades.
Edificios de universidades, hospitales, centros culturales y oficinas gubernamentales han adoptado esta estética, transformando el paisaje urbano con construcciones imponentes que hoy forman parte del patrimonio moderno. Ejemplos notables incluyen la Biblioteca Central de la UNAM, el Centro Cultural Universitario Tlatelolco y la Unidad Habitacional Nonoalco-Tlatelolco, que reflejan la esencia de este estilo arquitectónico.
El brutalismo, a pesar de haber sido criticado en su momento por su apariencia ruda y su impacto en el entorno, ha sido revalorizado en los últimos años.
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