El apego son aquellos lazos afectivos que son significativos, estos empiezan a formarse desde los primeros meses de vida, y dependiendo del tipo de apego con el que hayamos crecido se determinaran algunos aspectos de nuestra personalidad y formas de desenvolvernos ante el mundo. Si estos vínculos afectivos son adecuados y sanos generarán seguridad, pertenencia y la capacidad de crear vínculos saludables con otras personas, además de ser más independientes, autosuficientes y se dispondrá de más herramientas para afrontar las dificultades de la vida sin depender de nadie más.
Es a partir de los cinco a seis años cuando podemos empezar a notar la autorregulación de emociones y como si hemos tenido un apego seguro reconoceremos nuestras emociones, sabremos afrontar situaciones, y tendremos vínculos más cercanos y de mayor calidad.
En cambio, cuando el apego no es seguro, cuando los niños y niñas no sienten esa seguridad desde sus primeros vínculos afectivos (madre, padre o cuidadores) tienen más dificultades para relacionarse, suelen hacerlo con miedo y con la creencia de que saldrán lastimados. Es importante diferenciar cuando un niño es muy independiente y no tiene tanta necesidad de relacionarse, si es por evitación e inseguridad.
Un apego inseguro podría causar dependencia, baja autoestima, dificultades para relacionarse con los demás, tendencias evitativas, etc.
Cuando creamos un estilo de apego este puede cambiar, sin embargo, Jonh Bowlby engloba estos tipos en cuatro:
El apego seguro es el más sano de todos, es cuando logró establecer un vínculo de seguridad incondicional, se sienten validados emocionalmente y seguros para relacionarse en el mundo que les envuelve.
El apego evitativo se forma a partir de vínculos distantes, Cuando nos encontramos con cuidadores distantes, creando una autosuficiencia compulsiva y un distanciamiento emocional. Por ejemplo, hoy en día que la economía exige que para solventar a tu familiar tengas que sacrificar tiempo y atención, pero podemos optar por buscar cuidadores que se interesen en crear este vínculo seguro, en donde además de brindarle las necesidades básicas como comer, descansar y asearse, brinde también comprensión y acompañamiento al menor.
Cuando tienes pareja eres distante, no logras desarrollar un vínculo como tal, no tienes relaciones duraderas, responsabilidad afectiva ni compromiso.
El apego ansioso y ambivalente está determinado por la angustia que genera, usualmente son niños que crecen con incertidumbre, sin confianza en sus cuidadores debido a la inconsistencia de sus cuidados, quienes tiene apego ansioso tienden a padecer gran miedo y angustia ante separaciones y vigilan constantemente a su cuidador para no ser abandonados.
Cuando tienes pareja y eres de apego ansioso eres celoso o celosa, dependiente, no sabes dar espacio, quieres las cosas rápido y estás siempre con la intención de cambiar.
El apego desorganizado es una mezcla entre el apego ansioso y el apego evitativo, causado por una inconsistencia y negligencia de parte de sus cuidadores e incluso miedo hacia ellos, son niños inseguros con tendencias a reacciones explosivas e impulsivas y con mala gestión de sus emociones.
Cuando tienes pareja eres una persona que desconfía, tiene miedo, incertidumbre y ansiedad, muchas veces mostrando una actitud pasiva y desinteresada.
Aunque tu estilo de apego pueda no ser el más saludable es importante recalcar que es algo que se puede modificar, para esto es necesario acudir a terapia para que el especialista pueda identificar tu estilo de apego y adecuar sesiones y herramientas que sean útiles para tu caso, y si hay padres leyendo, sepan que nunca es tarde para reparar vínculos emocionales y volverlos un poco más saludables, teniendo comunicación, brindando confianza, seguridad y amor.
Estefanía López Paulín
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