La pérdida auditiva conductiva afecta al oído externo o medio, donde los bloqueos como el cerumen o daños en el tímpano impiden la conducción adecuada del sonido al oído interno. Por otro lado, la pérdida auditiva neurosensorial impacta el oído interno, usualmente debido al envejecimiento natural del sistema auditivo o exposición prolongada a ruidos fuertes que dañan las células sensoriales. La pérdida auditiva mixta combina ambos tipos.
Los síntomas de la pérdida auditiva incluyen dificultades para escuchar en entornos ruidosos, pedir repetición frecuente de palabras, necesidad de aumentar el volumen de la televisión o la radio, zumbido en los oídos (tinnitus), y evitar situaciones sociales debido a las dificultades auditivas.
Es crucial buscar atención médica inmediata si se experimenta una pérdida auditiva repentina, especialmente en un solo oído. Para pérdidas auditivas graduales, se recomienda consultar a un profesional si los problemas auditivos afectan la calidad de vida diaria.
El oído humano se compone del oído externo, medio e interno, donde las ondas sonoras se convierten en señales eléctricas interpretadas por el cerebro como sonido. El daño a las células sensoriales en el oído interno interfiere con esta conversión eficaz, causando pérdida auditiva.
Factores como el envejecimiento natural, la exposición a ruidos fuertes en el trabajo o durante actividades recreativas, el uso de ciertos medicamentos y condiciones genéticas pueden contribuir a la pérdida auditiva. Las medidas preventivas incluyen evitar la exposición a ruidos fuertes, usar protección auditiva en ambientes ruidosos y realizar revisiones auditivas periódicas.
La pérdida auditiva no solo afecta la capacidad de escuchar, sino que también puede llevar al aislamiento social y afectar las funciones cognitivas. Con conciencia y medidas preventivas adecuadas, es posible reducir el riesgo y mitigar los efectos de esta condición común pero tratable en la vida diaria de las personas mayores.