Conocidas coloquialmente como la botana nacional de México, las pepitas o semillas han sido parte integral de la gastronomía de nuestro país durante más de 10 mil años, sin embargo, en los últimos años, el paladar de los mexicanos ha cambiado y ya no es de los alimentos preferidos para botanear.
Originadas de la calabaza, estas semillas han viajado a través del tiempo junto con la cultura y tradiciones del pueblo mexicano. En tiempo ancestral, las pepitas se han manifestado en diversas festividades y ocupan un lugar especial en los recuerdos gastronómicos de varias generaciones.
A principios de la década de los 80’s, no existía duda de la popularidad de las pepitas. En la mayoría del país, se popularizó el famoso letrero de “si come pepitas, también cómase la basurita”. Dicha expresión reflejaba la común práctica de disfrutar las semillas en los viajes, tradicionalmente, en el transporte público.
De acuerdo a un estudio reciente de la organización Hablemos Claro de Alimentos, las semillas ya no son la botana favorita del mexicano. Las frituras de maíz preparadas y las papas fritas son las primeras opciones para el consumo de botana.
Anteriormente, era común ver a mujeres en las esquinas de las calles, tostando pepitas en anafres, y vendiéndolas en cucuruchos de papel estraza. Estos deliciosos bocados eran el complemento ideal en lugares como cines, zoológicos, o durante las emocionantes luchas libres. Quienes disfrutaban de este snack, dejaban un rastro de cáscaras, algo que con el tiempo llegó a incomodar a más de uno.
A pesar de la disminución en su consumo, las pepitas han dejado una huella durable en la cultura mexicana. La forma tradicional de comerlas, abriendo la cáscara con los incisivos, sigue viva, aunque tal vez menos practicada.