El papa Francisco denunció este sábado 24 de diciembre durante la homilía de la Misa del Gallo celebrada en la Basílica de San Pedro, en El Vaticano, la existencia de una humanidad insaciable de dinero, poder y placer que devora a los más débiles y causa las guerras.
En la décima Navidad de su pontificado, Francisco presidió la tradicional misa de Nochebuena que, como el año pasado, se celebró las 19.30 horas, pero debido a sus problemas de rodilla permaneció sentado a un lado del altar y fue el cardenal Giovanni Battista Re el encargado de celebrar la eucaristía.
Ante las 7.000 personas que abarrotaron la basílica, mientras otras más de tres mil esperaron fuera en la plaza, en una ceremonia emitida en Mundovisión, el papa criticó que «después de muchas Navidades celebradas entre adornos y regalos, después de tanto consumismo que ha envuelto el misterio que celebramos (…) se ha olvidado su significado».
Y entretejió su homilía en torno al tema de la avaricia y el consumo en varios niveles, pidiendo a las personas que miren más allá del consumismo que ha «empaquetado» la fiesta, redescubran su significado y recuerden esos sufriendo por la guerra y la pobreza.
El papa leyó sentado su homilía y explico las tres palabras que dijo puede inspirar el pesebre: «la cercanía, la pobreza y lo concreto». «Mientras los animales en el establo consumen la comida, los hombres en el mundo, hambrientos de poder y de dinero, devoran de igual modo a sus vecinos, a sus hermanos» dijo Francisco.
Y añadió: «¡Cuántas guerras! Y en tantos lugares, todavía hoy, la dignidad y la libertad se pisotean. Y las principales víctimas de la voracidad humana siempre son los frágiles, los débiles». Francisco, que en múltiples ocasiones ha criticado la invasión rusa de Ucrania, la última hace apenas diez días, no hizo esta vez ninguna mención explícita.
«En esta Navidad, como le sucedió a Jesús , una humanidad insaciable de dinero, poder y placer tampoco le hace sitio a los más pequeños, a tantos niños por nacer, a los pobres, a los olvidados. Pienso sobre todo en los niños devorados por las guerras, la pobreza y la injusticia», lamentó. Sobre la pobreza, el papa aprovechó para recordar su invitación «a ser una Iglesia que adora a Jesús pobre y sirve a Jesús en los pobres».
El papa, que cumplió 86 años la semana pasada, pero aparte de su dolencia en la rodilla goza de buena salud, llegó en silla de ruedas.
Y citó entonces las palabras del asesinado y proclamado santo arzobispo de San Salvador, Óscar Arnulfo Romero: «la Iglesia apoya y bendice los esfuerzos por transformar estas estructuras de injusticia y solo pone una condición: que las transformaciones sociales, económicas y políticas redunden en verdadero beneficio de los pobres».
«Cierto, no es fácil dejar la tibia calidez de la mundanidad para abrazar la belleza agreste de la gruta de Belén, pero recordemos que no es verdaderamente Navidad sin los pobres. Sin ellos se festeja la Navidad, pero no la de Jesús. Hermanos, hermanas, en Navidad, Dios es pobre. ¡Que renazca la caridad!», instó el papa. Jorge Bergoglio volverá mañana a asomarse al balcón de la Logia central de la basílica de San Pedro del Vaticano para leer su mensaje de Navidad e impartir la tradicional bendición «Urbi et Orbi» (a la ciudad y al mundo).