La tradición de enviar tarjetas navideñas comenzó a popularizarse a partir de la creación de la primera tarjeta navideña impresa en 1843 en el Reino Unido. Esta tarjeta fue un modelo a seguir para otras, lo que impulsó el intercambio de saludos navideños, inicialmente en la Inglaterra victoriana y luego en todo el mundo.
La expansión de esta costumbre se debió en gran parte a la reducción de costos en técnicas de impresión y sellos postales a partir de 1840, lo que permitió que más personas tuvieran acceso al envío por correo en esa época. La familia real británica, especialmente los miembros más jóvenes, adoptó esta tradición, siendo la Reina Victoria una entusiasta que utilizó las tarjetas de felicitación hechas a mano para enviar mensajes navideños a personalidades públicas, contribuyendo así a su popularidad.
Estas tarjetas, impresas en diferentes formas, tamaños y materiales, se enviaron por millones a través del Imperio Británico. Los ilustradores victorianos también desempeñaron un papel crucial al crear una especie de «mitología» navideña, mostrando escenas imaginarias de árboles cargados de regalos y decorados con nieve y coloridos adornos.
Inicialmente, las tarjetas navideñas solían ser pintadas a mano y litografiadas, utilizando materiales como cintas de raso, seda y brocado antes de que se introdujera la impresión en masa. Este fenómeno de las tarjetas navideñas no solo se convirtió en una tradición sino que también influyó en la idea colectiva de cómo debería ser la celebración navideña, al menos en la concepción europea de esa época.
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