Los mosquitos son conocidos a nivel global por sus picaduras y su capacidad para propagar enfermedades; además, han cobrado una gran notoriedad en los últimos años gracias al denominado aedes albopictus, mejor conocido como mosquito tigre, mismo que se ha identificado como uno de los principales portadores de enfermedades graves como la fiebre amarilla, malaria, dengue y Zika.
El insecto, originario del sudeste asiático, ha logrado expandirse a diversas partes del mundo en las últimas tres décadas, incluyendo principalmente en Europa la región del Mediterráneo. De acuerdo a un informe del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, los mosquitos utilizan diversas señales para localizar a sus objetivos, incluyendo el olor corporal y el dióxido de carbono que exhalamos. Desde una distancia de hasta 60 metros, este tipo de insecto es capaz de seguir las emisiones hasta que están lo suficientemente cerca para identificar a su presa.
El mosquito tigre fue el primero de su género en ser identificado como especie invasora de la Península Ibérica, llegando en 1979 a Europa en el país de Albania. En España, su primera aparición fue hasta el 2004 en Barcelona y, desde entonces, su población ha crecido de forma exponencial en el país ibérico.
Desde un punto de vista ecológico, los mosquitos tigre pueden tener de 5 a 17 generaciones al año, lo que los convierte en competidores agresivos frente a especies nativas. Este fenómeno más sus capacidad para transmitir más de 20 enfermedades infecciosas, representa un desafío para la salud pública en Europa.
Los expertos coinciden en que ante los mosquitos tigre hay que tener más precaución que ante los mosquitos comunes. Su picadura puede provocar síntomas como fiebre, escalofríos, conjuntivitis, lumbalgia o incluso algunas manifestaciones de dolor en las articulaciones.
