
Estos meses confirman viejos temores y, a su vez, nos abren perspectivas más claras para el futuro no tan lejano. Veamos.
Aun con sus graves desaciertos, oigan, la lucha personal que ha llevado a cabo nos deberá inspirar hacia los cambios o transformaciones que, con él o sin él, requiere el país para sacar adelante a un mayor número de pobres y, aún más difícil, para reducir la desigualdad entre pobres y ricos.
Todo se le fue complicando: la economía; la seguridad; la migración; la relación con Estados Unidos; la continuación y consolidación de programas (Seguro Popular, Estancias Infantiles); la reducción de la pobreza por diversas vías; la justificación de grandes proyectos (Santa Lucía o Dos Bocas); la confianza de los inversionistas extranjeros y nacionales…
Como muestra de su habilidad ha intentado distraer la atención con el béisbol o sus comparaciones mesiánicas o sus acusaciones de racismo a los “fifís”. Aunque en ocasiones su ingenuidad da ternura se vuelve muy peligrosa, mientras que sus resentimientos pueden ser compartidos por muchos pero tienden a dividir y polarizar.
Los ya evidentes fracasos no se derivan de su falta de ganas sino de su ignorancia, rencor y necedad. En todo caso, sin ningún odio de mi parte, se tendrá que ir… Sí, es mi presidente con todo y su investidura, pero será mucho mejor para él y para México que no termine el sexenio. Bueno, dejo esto aquí por escrito hoy día dos de noviembre del 2019.
Claro, ojalá que AMLO hubiera aprendido y cambiado sus políticas equivocadas, aunque lamentablemente ya se ve imposible. Para decirlo con precisión, no fue ni es posible al negarse a entender que la intuición tiene límites y se requieren decisiones racionales y estudios técnicos; a su vez, en la economía no tiene que prevalecer el sector público sino también el privado como parte de la sociedad.
Al salir de la escena política el popular presidente López Obrador, el país se podrá desconcertar y convulsionar en alguna medida, pero el mundo seguirá su curso sin que haya habido golpes de Estado ni magnicidios, con amor a México y respeto a los valores o aspiraciones que él ha impulsado: honestidad, equidad o libertad.
Habrá que rescatar y reforzar los grandes objetivos sociales en su idea de transformación, sobre todo con medidas que contribuyan al abatimiento real de la pobreza y la atroz corrupción, añadiendo cambios estructurales que ante lo global modernicen la economía y logren con inversión y productividad no sólo una reducción significativa en la pobreza, sino poco a poco una menor desigualdad.
Con su lema de campaña, este líder político aspiraba a “hacer historia” y, a partir de su obstinación, llegó a la presidencia amado por muchos y odiado por tantos otros millones de mexicanos que aumentan con sus discursos que polarizan. Aquí el amor es pasión incondicional al aceptarle sus fieles cualquier cosa, mientras que quienes lo odian no le reconocen ni una buena.
Creo que, entre esos dos grandes bloques, una minoría no lo adoramos ni lo detestamos por conveniencia o convencimiento, si bien algunos toman como agresión que exijamos análisis serios y fríos de las principales decisiones.
Miren, cuando titulé un artículo ‘AMLO no será’ en mayo del 2006 y repetí la misma idea para la elección de 2012, pensé que ojalá no me fuera a equivocar. Sin embargo, en 2018 ya no aventuré que él podía perder, aunque luego he insistido en que ojalá no se cumplan mis previsiones negativas con alguien que ya es gobierno. Pero, ojo, no me equivoqué y ahora se ve mejor una salida alterna de menores costos.
No se deberá volver a las entelequias políticas del priismo, el panismo o el perredismo, y el movimiento Morena tendría que mejorar y consolidarse. En vez de sectarismos, nuestro país requiere visiones de Estado.
El mundo, digamos, seguirá su curso y nuestras vidas también, al menos en la gran mayoría de los casos. Será un reto para todos en términos de orden y madurez, de tal manera que el saldo final podrá verse como un homenaje a don Andrés.
Sus evidentes fallas y sus números tan negativos no debieran ser motivo de burla, sobre todo en temas delicados de seguridad y soberanía nacional. De hecho, el escarnio le da más popularidad y lo reta a no corregir sus errores… los opositores festejan y sus partidarios se compadecen sin ver los resultados.
En fin, tras observarlo con cuidado, creo que nuestro líder histórico no tiene remedio pues una y otra vez muestra que, por su soberbia y su moralidad personal, no quiere entender que no entiende ni tampoco va a rectificar. Fíjense, si se confirman los diagnósticos de esquizofrenia, nunca va a ver la realidad a enfrentar.
En materia de seguridad, las presiones no lo llevan a mejorar sino a desubicarse aún más. Y, en economía, en lugar de aprender ¡va a publicar un libro sobre lo que debe ser!
De nuevo, ojalá que yo no le atine… y él entienda finalmente. De no ser así, que lo acepte.
AL POLITIZARSE, LA ECONOMÍA se ha seguido descomponiendo dentro de la trayectoria negativa que se preveía en los meses anteriores.
1. Después de los extraños desafíos de AMLO en contra de los economistas, se confirmó que el crecimiento anual para los primeros 9 meses de 2019 quedó en 0.0%, y en su referencia de 12 meses (con respecto al mismo período anterior) tuvo una caída real de (-)0.4%.
2. Esto se deriva de un derrumbe de la inversión privada y la pública por razones de desconfianza e incertidumbre, lo que muestra ya efectos sobre los datos de empleo que son esenciales para el bienestar.
3. El exsecretario de Hacienda, Carlos Urzúa, concluyó que a pesar de sus discursos agresivos contra el neoliberalismo, la economía aplicada por AMLO coincide con 12 de15 “mandamientos” de esa fe dominante en el mundo (El Universal, 28/X).
4. Eso sí, las transferencias monetarias para apoyo social se realizan ahora de manera contraria a lo sugerido por los recientes ganadores del Nobel de Economía, pues no se consideran condiciones a partir de evidencia y objetivos específicos.
5. Sobre las agresiones del Nacionalpopulismo en contra del fantasma neoliberal, recuerden que Churchill advertía que los nuevos fascistas “se llamarían a sí mismos antifascistas”, y los peores enemigos de las democracias se dicen demócratas (J. Cercas, El País, 5/X).
6. Igual cabe ver que una disminución del número de pobres por mayores tasa de crecimiento y empleo, tiende a generar un aumento en la desigualdad como ha ocurrido en China y Chile, por lo que no se deben ofrecer ambos objetivos al mismo tiempo.
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