El megalodón (Carcharocles megalodon), coloso de los océanos prehistóricos, continúa fascinando a científicos y aficionados por igual, dejando tras de sí un legado de incógnitas y especulaciones sobre su desaparición.
Esta gigantesca especie de tiburón, que surcó los mares hace millones de años durante el Mioceno y el Plioceno, representaba una formidable presencia en la cadena alimenticia marina. Con longitudes de hasta 18 metros y un peso que podría superar las 100 toneladas, el megalodón se destacaba como uno de los depredadores más grandes y poderosos que haya existido.
Su dieta principal consistía en grandes mamíferos marinos, incluyendo ballenas, delfines y focas. Los expertos sugieren que estos colosos utilizaban áreas específicas, conocidas como guarderías, para dar a luz y criar a su descendencia, como se evidencia en la Formación Gatún de Panamá, donde numerosos fósiles de dientes de megalodón han sido descubiertos junto con restos de otras especies marinas.
Un reciente estudio realizado por científicos ambientales de UCLA, UC Merced y la Universidad William Paterson arrojó nueva luz sobre la biología de esta criatura prehistórica. Al analizar isótopos en el esmalte dental, los investigadores concluyeron que el megalodón mantenía una temperatura corporal aproximadamente 7 grados Celsius más cálida que el agua circundante, lo que sugiere que era una criatura de sangre caliente.
Sin embargo, la cuestión de por qué este formidable depredador se extinguió sigue siendo objeto de debate. Algunos investigadores proponen que cambios climáticos, como el enfriamiento global durante el Plioceno, podrían haber afectado la viabilidad de sus criaderos de aguas cálidas, dificultando su reproducción y disminuyendo su población. Además, la competencia con nuevos depredadores marinos, como las orcas, también pudo haber contribuido a su declive.
Un estudio publicado en 2023 subraya aún más la vulnerabilidad de los grandes depredadores marinos ante factores estresantes como el cambio climático y la alteración en la disponibilidad de presas. Esto sugiere que el megalodón, al igual que otros depredadores marinos, pudo sucumbir ante la combinación de cambios extremos en el clima y la disminución de su fuente de alimento.