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[VIDEO] Marina Francisca Cinta y Eugenio Balmori, primer matrimonio mexicano que podría ser beatificado

* El caso de padres del Obispo Emérito de Valles Roberto Balmori Cinta, pasó a la Fase de Roma

Ciudad Valles, S.L.P.- Marina Francisca Cinta Sarrelangue y Eugenio Balmori Martínez podrían convertirse en el primer matrimonio mexicano en ser beatificado, esto luego de un largo proceso de 25 años.

Este es un matrimonio ejemplo de santidad, laicos comprometidos de la diócesis de Coatzacoalcos, México. El proceso diocesano sobre sus virtudes se inició el 25 de marzo de 1998.

Don Roberto Octavio Balmori Cinta Obispo Emérito de Valles tras concluir la misa de este domingo, pidió elevar una oración especial por la pronta beatificación de los Siervos de Dios Marina Francisca Cita y Eugenio Balmori.

«Esta causa que inició hace ya 25 años en la Diócesis de Coatzacoalcos y esta ya casi por terminar en esta fase diocesana para pasar, con el favor de Dios a la fase en Roma, les pido su oración son Eugenio y Marina Francisca; Eugenio nació en San Luis Potosí y ejerció su apostolado en Coatzacoalcos y en México, Marina originaria de Acayucan, Veracruz, catequista y al morir su esposo se traslado a México para su trabajo y educación de los hijos, siempre dando testimonio de Cristo ante todos… La Iglesia hoy pide por la pronta Beatificación de los Siervos de Dios…».

 

¿Quiénes son Eugenio y Marina Francisca?

Eugenio nació en San Luis Potosí, México, el 7 de julio de 1900 y tuvo 10 hermanos más, todos menores que él. Estudió en el Colegio de Artes y Oficios de su ciudad, regentada por los padres agustinos. No pudo terminar su formación profesional, por necesidad de un empleo, que halló en una Compañía Petrolera. Su labor parroquial y de colaboración con la Iglesia le llevó a varios apostolados y durante la persecución religiosa, ocultamente preparaba catequistas, distribuía la comunión a enfermos y presos y visitando a los pobres y sacerdotes escondidos.

Destacó como apologista de la fe cristiana, la libertad de la Iglesia y del pueblo en profesar libremente su fe. También escribió sobre asuntos políticos, sociales y económicos. Propagó la prensa católica, colaboró elaborando sencillos folletos de catequesis, estudios bíblicos, formación cristiana en general. Formó parte de misiones populares, que pretendían avivar la fe, atenazada por la persecución y la indiferencia de muchos. En 1932 la empresa petrolera lo trasladó a Coatzacoalcos, donde continuó evangelizando y catequizando donde podía, ya que los templos seguían cerrados y el país sin culto, al menos libre.

En 1937 se casó con Marina Francisca de la Cinta, catequista como él. En 1942 regularizada la situación religiosa del país, dirige en esta misma ciudad la construcción de la nueva iglesia de San José. El 12 de mayo 1946, sufrió un accidente de coche y pasó dos días soportando grandes sufrimientos, hasta que murió el día 14. fue enterrado en la iglesia que había construido, hoy catedral de la diócesis de Coatzacoalcos. Su proceso de canonización, en fase de “proceso informativo diocesano” fue abierto en 1997.

Marina nació en Acayucan, Veracruz, el 9 de marzo de 1909 y a los 10 años recibió su primera comunión. Estudió en el Colegio San Antonio, en Tacuba de las monjas Guadalupanas. Al regresar a su ciudad puso en práctica lo que había aprendido, enseñando corte y costura a varias niñas.

Su familia se trasladó a Coatzacoalcos, donde conoció y se casó con Eugenio, empleado de la compañía petrolera. Se casaron el 11 de noviembre de 1937 en Acayucan. En 1938 se trasladaron a México, donde nacieron los tres primeros hijos. Allí colaboraron en la construcción de la iglesia de San Juan Evangelista de Mixcoac. Volvieron a Coatzacoalcos, donde aún nacieron dos hijos más, el último a los 20 días de morir Eugenio.

Al enviudar, comenzó a trabajar en una fábrica para mantener a sus hijos y a los que dio una formación humana y cristiana sólida, y con grandes esfuerzos pudo lograr para ellos becas en algunos colegios católicos. En 1970 acompañó a su hijo a Roma para su ordenación sacerdotal.

Mujer de profunda piedad, participaba con frecuencia de la Eucaristía y la confesión, tuvo algunas gracias místicas, que siempre sometió a la discreción de su director espiritual. Expresó su religiosidad en su diario espiritual, y en un centenar de poemas. Cooperó en la parroquia de San Juan formando parte de diversas asociaciones piadosas. Los pobres siempre hallaban consuelo en su casa, donde les atendía con bondad, aliviándoles materialmente, dándoles paz y la Palabra de Dios.

Murió el 29 de septiembre de 1988 y fue sepultada en la cripta de la iglesia de Santa Mónica, en la colonia de Valle, Ciudad de México.

¿Qué es la Fase Romana?

La Iglesia pide que se introduzcan causas de beatificación de fieles que hayan fallecido con fama de santidad, y que ésta sea constante y difundida en diversos lugares.

Los promotores de una causa de beatificación, pueden aprovechar estos años para recoger testimonios de personas que conozcan la vida del candidato a santo y que puedan ilustrar la fama de santidad.

Desde el momento de la introducción de la causa, al fiel cuya canonización se pretende se le llama siervo de Dios. El hecho de que un fiel sea siervo de Dios no prejuzga de ningún modo su santidad; es más, se pueden ofrecer por su alma sufragios (Misas y oraciones).

En la Santa Sede es competente la Congregación para las Causas de los Santos. Dentro de la Congregación, existe un Colegio de Relatores. Su función es recibir las causas que llegan e impulsarlas, de acuerdo con las normas de la propia Congregación y con el máximo rigor.

Una vez recibida la causa, se asigna a uno de los Relatores, el cual preparara las ponencias sobre las virtudes o sobre la entrega de la vida o sobre el martirio el o los Siervos de Dios.

Esta tarea se suele prolongar durante muchos años, pues depende ante todo de la importancia de las causas; y la importancia la determina principalmente la fama de santidad.

Por eso si el postulador quiere impulsar un causa, puede recoger relatos de favores atribuidos a la intercesión del siervo de Dios, si es posible con documentación que avalen el milagro como informes médicos, declaraciones juradas, etc.

La ponencia sobre las virtudes o sobre la entrega de la vida o sobre el martirio se presenta a la Comisión de Teólogos, los cuales emiten su voto. Si éste es favorable, se entrega a los Cardenales y Obispos miembros de la Congregación.

Si su voto también es favorable, se presenta al Santo Padre la propuesta de que se apruebe el decreto de virtudes heroicas del siervo de Dios.

Este proceso es precisamente el que iniciará este año, mismo que a anunciado el Obispo Emérito Roberto Octavio Balmori Cinta.

Seguiremos informando.

 

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