Imagina que hoy asistes a una fiesta familiar. Puede ser una boda, cumpleaños, primera comunión o bautizo. Tomas tus mejores ropas y vas al lugar de reunión. Al llegar, los niños están corriendo, jugando; ves a tus primos, tal vez también a tus hermanos platicando de cómo los trata la vida, compartiendo experiencias amenizadas por la música, botana y una que otra bebida espirituosa.
Mientras conviven, llega el momento más esperado: el de la comida. Todos se acercan a la mesa, toman su lugar. En ese instante, la cocina se abre y salen los platos; el manjar, un platillo que siempre tiene cabida en las mesas, símbolo por excelencia de las fiestas y las celebraciones familiares. ¡Mole! Un mole rojo que baña delicadamente una pieza de carne y su pareja perfecta, arroz. Las tortillas llegan y todo mundo comienza a hincarle el diente. La música suena y tus familiares platican contigo; la vida es bella.
En México, el indiscutible rey de las celebraciones es el mole, un platillo que exige, desde sus inicios, una gran pericia por parte de quien lo cocine -en la mayoría de los casos, las abuelitas y las mamás- al elegir los chiles, las semillas, los condimentos; gran fuerza para moler todos los ingredientes y un refinado sazón para mezclarlo todo con las cantidades exactas. Sin duda, un platillo complejo. O al menos eso era antes.
Este manjar se encuentra actualmente al acceso de todas las personas, lo único que demanda es un poco de caldo para prepararlo. Fácil de identificar en todas las tiendas, con un característico vaso que, luego de vaciarlo, permanece en miles de hogares, siendo utilizado como una pieza de cristalería. Estamos hablando del Mole Doña María, un producto cien por ciento potosino. Creado en los años cincuentas por una mujer que estampo su nombre, no sólo en la marca de su mole, sino en la de la historia de San Luis Potosí y la gastronomía mexicana, María Pons Nicoux.
María Marta Catalina Pons Nicoux es la mente maestra detrás de la creación de un producto que, hasta hoy, es un referente gastronómico de San Luis Potosí: el Mole Doña María. Su historia de vida es un ejemplo de tenacidad, lucha, ingenio y, sobre todo, de una historia de amor; tal vez, siendo ese, el secreto detrás de la receta del delicioso platillo que ha logrado hacerse de un lugar, tanto en el mercado mexicano como en el extranjero.
Mole de historia
Nacida en 1893 en la capital potosina, María Pons fue la cuarta hija de Pedro Pons Seimandi y María Eugenia Nicoux Hebting y, aunque tuvo una infancia relativamente feliz, a sus ocho años sufrió la muerte de su padre, lo que le significó un fuerte golpe. Puede ser que haya sido en este entonces cuando las peripecias de la vida hayan sembrado en ella la semilla del trabajo duro y el perfeccionismo que la caracterizó.
En 1924 contrajo matrimonio con su primer esposo, Antonio E. Moncada Villanueva, sin embargo, esta unión no duraría mucho, pues se divorció pocos años después. Durante este periodo, la situación política era tensa en San Luis Potosí, pues el movimiento armado de la revolución mexicana ya había provocado cambios en todo el país.
Cabe mencionar lo anterior, porque fue en este periodo histórico cuando sobresale el nombre de Ignacio Hernández Castillo, periodista que participó activamente en la vida cultural y política de San Luis Potosí, además, estaba casado con Enriqueta Pons, la hermana menor de María. Sería él quien tiempo después fue gerente general de ventas de Herdez y luego se convertiría en su director general, dato que cobrará importancia más adelante.
Mole de mis amores
Fue también en este periodo histórico cuando el amor tocó nuevamente al corazón de María Pons. Esta vez, el causante de sus suspiros fue Pedro Degetau, con quien se casó en 1935, luego de enterarse de la muerte de su primer esposo, pues las reglas de la Iglesia Católica le impedían contraer nupcias estando divorciada ya que el matrimonio sólo podía ser anulado al perder la vida; como dicen los sacerdotes: hasta que la muerte los separe.
Posteriormente, María comenzó a trabajar en la cocina del Hotel Progreso -propiedad de su familia-, ubicado en la capital potosina, fue en esta etapa de su vida cuando comenzó a vender el mole poblano que ella misma hacía y contrató mujeres para que lo vendieran por las calles del Centro Histórico. Es aquí donde comienza la magia, pues con el tiempo, su sazón (tal vez, producto del amor hacia su esposo, combinado con su personalidad perfeccionista y minuciosa atención al detalle) fue conquistando a más y más personas, lo que la obligó a montar una producción más grande, esta vez, en los Baños de San Francisco. Siempre apoyada por el amor de su vida, Pedro Degetau.
Condenada al éxito, el capital de Doña María fue en aumento, por lo que se puso a comprar predios en el Barrio de Santiago y de Tlaxcala. Posteriormente, juntó el área de ambos lugares y la convirtió en su hogar y su propia fábrica de mole. En este lugar fundó su compañía, llamada Productos Marpe, marca que nació al juntar su nombre con el de su esposo MARía y PEdro.
Mole para todos
Actualmente, esta casa se ha convertido en un centro cultural de la Fundación Herdez, al que las cámaras de Código San Luis pudimos tener un privilegiado acceso. Aquí conocimos al grupo de trabajo conformado por Ceci, Deyanira y Miriam, quienes nos compartieron la historia de este emblemático lugar que, aunque ya no es la fábrica del Mole Doña María, tiene mucha vida, pues constantemente realizan actividades para todo público, con el fin de promover entre la sociedad, un espacio de promoción culinaria, ecológica e histórica.
Ubicada a un costado del templo de Santiago, el número 216 de la Avenida de la Paz marca el lugar donde Doña María no sólo vivió, sino que también fue la fábrica de mole que edificó junto con su esposo y que fue tan exitosa que sus productos no sólo se hicieron famosos en México, sino también en América Latina, Estados Unidos y Europa pues todos los mexicanos en el mundo, al estar lejos de nuestra patria, hacemos todo lo posible por llevarla con nosotros y compartirla.
Ceci Padrón dirige este lugar con mucha alegría. Dividido en tres grandes zonas, el terreno tiene un museo que cuenta la vida y obra de Doña María, también tiene aún la casa donde vivió junto a su esposo, donde actualmente reside una biblioteca que dirige Deyanira, posee todo tipo de libros dedicados a la cocina mexicana y que tienen relevancia histórica para todos los estudiosos de la gastronomía. Y para coronar, un huerto educativo, a cargo de Miriam, quien desarrolla actividades educativas para todos los visitantes que llegan a este lugar.
A través del recorrido que hicimos por el museo, Ceci nos explicó que, antes de morir, Doña María decidió preservar su legado al venderle su empresa a su hermana Enriqueta, ella, ayudada por su esposo, Ignacio Hernández Castillo, fusionó la empresa con Grupo Herdez; añadiendo la marca Doña María a su catálogo de productos. Por esta misma razón, el mole -que aún conserva su receta original- se trasladó a sus fábricas, en la Zona Industrial de San Luis Potosí y que, cabe resaltar, son las únicas que producen este mole en todo el mundo.
Dedicados a enaltecer la memoria de su tía, los hermanos Enrique e Ignacio Hernández-Pons decidieron convertir la casa de Doña María en el corazón de la Fundación Herdez, que promueve, fomenta y difunde la riqueza de la Gastronomía Mexicana a nivel nacional e internacional.
Al respecto, pudimos conocer a Enrique Hernández-Pons, quien nos relató parte de sus vivencias en esta casa, pues afirmó que solía pasar mucho tiempo en este lugar durante su infancia, junto con sus hermanos y primos. Recuerda que, donde hoy es un gran aljibe, tenían una alberca, que en una ocasión llenaron hasta que se desbordó y causó que el agua invadiera tanto la casa como la planta de producción. ¡Qué regaño el que les han de haber dado!
¡Otra vez mole, Doña María!
Las actividades que se realizan en este centro cultural son muchas; visitas guiadas al museo, actividades de cocina, investigación académica de la gastronomía, presentación de literatura y talleres de huertos sostenibles; son tan sólo algunas de las actividades que aquí se realizan y a las que todas las personas, de todas las edades pueden disfrutar. En su página de internet puedes agendar una cita; Ceci, Deyanira y Miriam se encargarán de contagiarte toda la pasión y amor que tienen por el trabajo que realizan aquí.
No dudamos que vas a salir con un muy buen sabor de boca
Enmoladas de recuerdos
Luego de comer, beber y pasar momentos inolvidables en familia, llegó la hora de partir. Observas a tu familia, hijos, hermanos, primos, sobrinos, al festejado de la ocasión. Sabes que no puedes estar en un lugar mejor ya que tienes a tu familia contigo. Con todo eso en mente, regresas a tu hogar. Panza llena, corazón contento. Y los recuerdos, con sabor a mole poblano.
No te pierdas el recorrido completo que nuestras cámaras hicieron por este lugar:
Seguiremos informando