Lejos de los errores garrafales que ha tenido el vocero de Seguridad, Miguel Gallegos Cepeda, al confrontar a la institución y al Gobierno del Estado con los medios de comunicación y al generar pánico entre los potosinos al revelar una cruenta batalla entre diversos grupos del crimen organizado por el control del territorio, el funcionario destaca más por el excesivo uso de maquillaje que aplica indiscriminadamente en aquellas áreas que están más a la vista y que, por su propia naturaleza, no se pueden ocultar, sí, el vocero intenta maquillar cifras sobre ejecuciones e incidencia delictiva que, finalmente, terminan siendo develadas por organismos nacionales como el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública o Semáforo Delictivo, por mencionar algunos.
Lo mismo dice que se detiene a un sinfín de asaltantes, que se desarman células delictivas, que se frena el narcomenudeo o que San Luis Potosí ya es aquella mítica utopía que vislumbró en algún momento Thomas More, pero bien dicen que la verdad cae por su propio peso y, al final, se exhibe la lamentable situación que se tiene en este rubro y que, de una u otra forma, repercute en perjuicio de la Secretaría de Seguridad Pública y del general Guzmar Ángel González Castillo, titular de la dependencia.
Y es que, según parece, el vocero se concentra más en ser él mismo la noticia y en figurar más que los logros reales que pueda tener la institución; con sus fotos bien producidas y sus poses de rompe corazones, la información que puedan contener los boletines es irrelevante… que de eso se encargue su vocero, porque sí, el vocero tiene vocero que hace sus boletines.
Mientras que Miguel Gallegos cuida su imagen, los potosinos confirman de vista propia la realidad que se vive en todo el estado y que, desde una oficina lejana, se intenta maquillar a toda costa como si esa fuera la solución.