Maravilloso ser humano, artista plástico extraordinario. Este lunes, a los 91 años de edad nos dejó una de las personas más generosas y destacadas del país, a quien tuve la fortuna de conocer.
Estudió en la Academia de San Carlos y formó parte de la nombrada Generación de la Ruptura, ahí compartía con grandes de las artes como Vicente Rojo, Juan Soriano, el también zacatecano Pedro Coronel y muchos más, entonces jóvenes e impetuosos. Dicha Generación tuvo como ruta cambiar la forma en que se hacía y percibía el arte en México. Amigo de la infancia de Jorge Ibargüengoitia y compañero de Octavio Paz quien diría de Felguérez “un artísta lúcido y exigente consigo mismo”.
Orgullosamente zacatecano -nació en una hacienda del bello Valparaíso-, Manuel fue un artista plástico de talla internacional, exponente del arte abstracto cuyas obras parecen recordarnos la infinidad del ser, la reconfiguración de la realidad, la calidez de la emoción. Recibió el premio Nacional de Ciencia y Arte mismo que ha sido entregado antes a ilustres como Rivera, Orozco, Siqueiros, Murillo y Tamayo. Diversas becas en el extranjero le permtitieron ampliar su visión. Precursor del uso de la tecnología y de lo digital, practicó simulacros matemáticos para generar diseños, pero abandonó la creación de ideogramas porque según sus palabras les faltaba la bella “imperfección del trazo humano”.
Pero si hay algo más que decir al respecto del Maestro Manuel, que nos maravilló a quienes lo conocimos, ente otras cosas, fue su generosidad. Donó su obra para hacer el Museo de Arte Abstracto Manuel Felguérez -único en su tipo en Latinoamérica-. La colección es extraordinaria en verdad. Cuenta con más de 800 maravillosas piezas de arte. Muchas de ellas donadas por el Maestro que soñaba con que creciera un poco más. Ahí pueden verse los famosos “Murales de Osaka”, un deleite absoluto; una de las obras más impactantes, de gran formato, ejecutada por quien fuera su primera esposa, Lilia Carrillo.
Sin embargo, su compañera de vida, su amor y su alma gemela fue Mercedes Oteyza (“Meche”), con la que vivió hasta el último de sus días. A ella, mis condolencias. Los recordaré siempre como una de las parejas más inspiradoras de México.
El “muro de calaveras”, ese tzompantli (altar) geométrico y moderno de más de 400 metros, obra que podemos ver sobre Avenida Reforma y que delimita magníficamente al Museo de Antropología e Historia, fundiendo la naturaleza con lo humano, es de su autoría. Otro de sus grandes murales se encuentra en la sede de las Naciones Unidas en Nueva York, justo antes de entrar al Salón de Sesiones. Así de grande es Felguérez.
Como dijo Juan Villoro del Maestro Felguerez: “Es absolutamente insustituíble”. Una estrella abstracta brilla en el cielo a partir de esta semana.
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