Hay historias que dejan moralejas profundas, la siguiente es una de ellas: “En cierta ocasión, un discípulo se quejaba con su maestro:
–– Siempre nos cuentas historias, pero nunca nos revelas su significado.
El maestro le replicó:
–– ¿Te gustaría que alguien te ofreciera fruta y la masticara antes de dártela? Nadie puede descubrir tu propio significado en tu lugar… ni siquiera el maestro.”1
Esa es la vida, una enseñanza diaria que sólo tú puedes descifrar, en la que se hace necesario que aprendas que vives para hacer la diferencia… que tu crecimiento y evolución es una elección estrictamente personal.
Los maestros te enseñan que es necesario que aprendas a abrir los ojos del alma, para que veas los milagros que el nuevo día trae a tu vida; porque los pesimistas en vez de contar sus bendiciones, sólo ven los problemas… HOY es el día en el que recuerdes que no estás aquí por casualidad, porque “Dios no patrocina fracasos”
Los maestros, esos seres que ayer me enseñaron a leer, a escribir y dieron raíces fuertes y alas sólidas a mi vida y que HOY, siguen sembrando las semillas del conocimiento en millones de niños y jóvenes para que construyan un México reconciliado y fuerte.
Cuando se llega el 15 de mayo, recordemos con veneración y respeto a cada uno de nuestros maestros, a los presentes y también a los ausentes, hagámoslo con la gratitud de sabernos embebidos por la fuente de su sabiduría, por haber tenido el honor de que modelaran nuestra alma, el privilegio de haber sentido el oficio divino de su trabajo.
HOY, el viejo Filósofo ve a los maestros gigantes hombres y mujeres maravillosas que con su solidaria generosidad alivianan el peso de la ignorancia de las nuevas y difíciles generaciones.
Con su paciencia día con día, escuchan las dudas, descorren el velo de la acentuada ignorancia, enseñan el alfabeto de la vida, semillan el alma de ánimo, desarrollan no sólo las modestas capacidades, sino los valores, educan no sólo para pasar de año… sino en cumplimiento del pensamiento de Séneca: “Educan para la vida.”
Cuando escribo del maestro, no me refiero a los grandes pedagogos que han hecho historia como: Pablo Freire, Vito Alessio Robles, Estefanía Castañeda, José Vasconcelos, ellos tienen su espacio, me refiero al modesto “maestro de banquillo” que consagra su vida a darse a través de su palabra, su ejemplo, su enseñanza, que acudiendo al llamado interior de compartir el saber, deja su huella en la historia educativa de nuestras regiones construyendo un México para todos.
A todos los educadores de México, con afecto les digo: ¡Felicidades Maestro!, y para ustedes parafraseo a la Madre Teresa de Calcuta:
“Maestro:
Enseñaste a volar,
pero no volarán tu vuelo;
enseñaste a soñar,
pero no soñarán tus sueños;
enseñaste a vivir,
pero no vivirán tu vida…
Pero sabrás que cada vez que ellos vuelen,
piensen, sueñen, canten, vivan,
estará lo sencillo del camino…
que aprendieron de ti.”
En este día de asueto, por el Día del Maestro, el Filósofo fue con los miembros del Club Webberson a pedir cooperación porque había fallecido Anacorito, que como diputado había representado a la región, pero murió en la más absoluta soledad y pobreza, porque no tuvo la inteligencia de administrar la abundancia.
— ¡Vengo a pedirles ayuda!, necesito que hagan una cooperación de 2 mil pesos para enterrar a un diputado.
Los del Club Webberson, cavilaron entre sí, uno a uno sacó dinero, lo juntaron y se lo entregaron diciéndole:
— ¡Aquí tienes 6 mil…!
¡Seis mil, pa’ que tanto –dice el Filósofo.
— ¡PA’ QUE ENTIERRES A OTROS DOS DIPUTADOS!