El ascenso hacia Machu Picchu, conocido como la «Montaña vieja», es un desafío físico y mental. Los senderos estrechos y las paredes de piedra resbaladizas ponen a prueba la resistencia de los viajeros. Sin embargo, al llegar, el esfuerzo se ve recompensado por un impresionante valle esmeralda que alberga los vestigios de una civilización antigua y sabia: los incas.
Construida en el siglo XV bajo el mandato del líder inca Pachacútec, Machu Picchu fue un centro civil, religioso y agrícola que probablemente servía como residencia de descanso para la élite inca. Aunque fue abandonada gradualmente tras la conquista española y cubierta por la vegetación, el lugar nunca perdió su misterio ni su majestuosidad. En 1911, el profesor de Yale Hiram Bingham la redescubrió, presentándola al mundo como un tesoro arquitectónico y cultural.
En 1983, la UNESCO declaró a Machu Picchu como Patrimonio de la Humanidad, y en 2007 fue reconocida como una de las Siete Nuevas Maravillas del Mundo.
Ubicada a casi 2,500 metros sobre el nivel del mar, la ciudadela inca está rodeada por montañas que la protegen y complementan su paisaje único. Su diseño refleja la profunda conexión de los incas con la naturaleza y la astronomía. Sus edificios y templos, como el Intihuatana, el Templo del Sol y el Templo de las Tres Ventanas, están alineados con eventos astronómicos como los solsticios.