La belleza del séptimo arte radica en las posibilidades de representar nuestra realidad, sueños, anhelos, tradiciones y miedos. Todo puede ser plasmado dentro del celuloide y una vez es captado por la cámara logra convertirse en algo universal. El cine nos da el poder universalizarse.
Y en el marco del Día de Muertos, una de las tradiciones más queridas y representativas de nuestro país, la cual desgraciadamente es comúnmente expropiada por manos de la industria del entretenimiento extranjero, que en la mayoría de los casos no ha sabido representarse como es debida, asentando a los mexicanos en un cliché, donde parece que desde los años de la Revolución no ha llegado ningún invento nuevo a nuestras tierras.
La importancia de esta tradición radica en la conexión directa que tenemos los mexicanos con la muerte, y como somos uno de los pocos países que no le temen a esta, es más la hacemos nuestra amiga, la sentamos en nuestra mesa y le invitamos un buen trago, y cuando llega el momento de partir con ella, no es alguien ajena y fría, es nuestra acompañante en la siguiente etapa del camino.
En la historia del cine nacional han existido un sin fin de películas que tiene como objetivo representar con fidelidad lo que significa este día para los mexicanos, pero el día de hoy hablaremos de Macario, nuestra película mexicana predilecta en este Día de Muertos.
A diferencia de las producciones gringas que comúnmente mistifican la figura de la muerte la cinta de Roberto Gavaldón la representa como es, una figura neutra y justa, lejos del aspecto demoníaco y sanguinario con el que otras culturas la pinta, aquí la muerte solo hace su trabajo, se lleva a quien se tiene que llevar cuando la vela de su vida esta apunto de extinguirse, le ofrece compañía a los enfermos y desamparados en sus últimos momentos, les extiende la mano en su caminar.
Dentro de la cinta conocemos a la muerte cuando Macario está a punto de comerse su pollo asado, es ahí cuando esta figura se aparece frente a él, vestida con un viejo sombrero de palma, huaraches y túnica negra, a los pocos segundos de verla, Macario sabe exactamente quién es, La Muerte. Es ahí cuando esta figura le pide a Macario que le convide del pollo, a lo que Macario accede rápidamente, después de unos minutos La Muerte le pregunta, ¿Por qué a mi no me negaste el alimento?, Macario responde, por qué yo sé quién eres, de ti no me puedo escapar, si te daba la mitad de mi pollo los dos íbamos a poder comer el mismo tiempo.
Después de eso La Muerte lo lleva a una cueva, en donde le muestra cada vida representada en una vela, hay velas que están a punto de extinguirse y por más que se vuelva a encender la mecha, está quedará extinta para siempre. Nadie se escapa de la muerte, nuestra vela se extinguirá cuando llegue su momento y nuestra vieja amiga nos brindara su mano y un abrazo cálido para despedirnos de este mundo y seguir.
Seguiremos informando.
