
Cada año, la Semana Santa, que inicia con el Domingo de Ramos y concluye con el Domingo de Resurrección, se celebra en una fecha distinta, y esto tiene un origen histórico y religioso que se remonta a los primeros siglos del cristianismo. Para los católicos, la Semana Santa es la celebración más importante del calendario litúrgico, ya que conmemora la pasión, muerte y resurrección de Jesús. De hecho, durante los tres primeros siglos del cristianismo, esta era la única festividad celebrada por los creyentes.
La variación de fechas está ligada a la Pascua judía, ya que según los Evangelios, la muerte de Cristo ocurrió en ese periodo. La Última Cena, por ejemplo, fue una cena pascual judía. Según la tradición hebrea, la Pascua debe celebrarse cada año el 15 del mes de Nisán, que inicia con la primera luna nueva de primavera. Esto implica que su fecha varía según el calendario lunar. Para unificar la celebración cristiana, el I Concilio Ecuménico de Nicea, en el año 325, estableció que la Pascua cristiana (y por lo tanto la Semana Santa) se celebraría el primer domingo después del primer plenilunio posterior al equinoccio de primavera en el hemisferio norte, que ocurre alrededor del 21 de marzo.
Aunque en un inicio se procuraba que esta fecha no coincidiera con la Pascua judía, esta práctica se fue perdiendo con el tiempo, al menos en las iglesias occidentales. Por esta razón, la Semana Santa puede caer entre finales de marzo y mediados de abril, siendo más común que se celebre durante la primera o segunda semana de abril.