Durante las noches de borracheras, es común escuchar en los compañeros de copas declaraciones comprometedoras y alguna que otra propuesta indecorosa, ya sea que solo estemos de espectadores o que, por desgracia, hayamos sido protagonistas y partícipes de estos bochornosos eventos. A la mañana siguiente, resulta difícil el querer borrar esas palabras, lo que lleva a cuestionarse: ¿por qué los borrachos son tan habladores? O, como normalmente se dice, ¿por qué los borrachos siempre dicen la verdad? La respuesta a esta última pregunta va más allá de un simple «sí»
El alcohol tiene efectos complejos sobre el cerebro que afectan tanto nuestras emociones como nuestro comportamiento. Al influir en diversos neurotransmisores, como el glutamato, la dopamina y el GABA, el alcohol altera nuestro juicio, reduce la ansiedad y modifica nuestra percepción del entorno. Sin embargo, su impacto más relevante es sobre los lóbulos frontales, las áreas del cerebro responsables de las funciones cognitivas superiores, como el razonamiento y la inhibición de conductas impulsivas.
Cuando el alcohol afecta estos lóbulos, se produce una desinhibición, lo que puede llevar a las personas a mostrar lo que los psicólogos llaman «conductas castigadas». Estas son conductas que normalmente evitamos, como ser groseros, verbales o incluso físicamente combativos. Bajo la influencia del alcohol, las personas tienden a volverse más habladoras, y los pensamientos que normalmente permanecen ocultos comienzan a expresarse en voz alta. Es común que se mencionen penas o quejas reprimidas, pensamientos confusos o incluso miedos profundos, los cuales de otro modo permanecerían sin ser dichos.
Sin embargo, esto no significa necesariamente que el alcohol haga a las personas más honestas. Aunque el alcohol puede hacer que se digan cosas que normalmente se ocultan, como prejuicios o ideas no filtradas, muchos aspectos clave de nuestra personalidad permanecen inalterados. Las creencias religiosas, la afiliación política y otros valores fundamentales no suelen modificarse por el alcohol. Lo que en realidad ocurre es que las restricciones sociales se reducen, permitiendo una mayor libertad para expresar pensamientos que normalmente serían inhibidos.
Por lo tanto, aunque el alcohol puede revelar aspectos ocultos de nuestro pensamiento, esto no equivale a una mayor sinceridad. Las palabras y comportamientos expresados bajo su influencia pueden no reflejar la verdadera esencia de la persona, sino más bien una versión desinhibida de lo que normalmente retenemos. En resumen, el alcohol facilita la filtración de pensamientos y conductas impulsivas, pero no necesariamente nos hace más honestos.
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