El ajolote, esa fascinante salamandra mexicana famosa por su capacidad de regenerar extremidades y órganos, tiene una habilidad aún más asombrosa: desafiar al envejecimiento. Este fenómeno, conocido como neotenia, permite a los ajolotes mantenerse en un estado larval durante toda su vida, conservando un aspecto juvenil y pocas enfermedades. Ahora, un reciente estudio ha descubierto un misterio más sobre estas criaturas: sus cuerpos parecen detener el envejecimiento a los cuatro años.
En el estudio, liderado por Steve Horvath, experto en epigenética, se desarrolló un «reloj epigenético» para medir cómo el envejecimiento afecta al ADN de los ajolotes. Este reloj mide los cambios químicos en el ADN, llamados metilación, que ocurren a medida que los organismos envejecen. Los investigadores descubrieron que, a partir de los cuatro años, los ajolotes detienen este proceso de envejecimiento, lo que indica que sus cuerpos entran en un estado de desarrollo «congelado».
Este hallazgo es sorprendente, ya que los ajolotes siguen creciendo y regenerando tejidos durante toda su vida. En experimentos posteriores, se descubrió que las extremidades regeneradas de los ajolotes eran biológicamente más jóvenes que el resto de su cuerpo, lo que sugiere que su regeneración podría estar relacionada con una especie de «rejuvenecimiento epigenético».
Los investigadores creen que comprender cómo los ajolotes detienen su envejecimiento podría tener aplicaciones revolucionarias en medicina regenerativa y tratamientos antienvejecimiento. Si se lograra replicar este proceso en humanos, podría abrir nuevas posibilidades para la regeneración de tejidos, la cicatrización de heridas y el tratamiento de enfermedades relacionadas con la edad.
El potencial de este descubrimiento podría transformar nuestra comprensión del envejecimiento y proporcionar esperanza para el desarrollo de terapias que retrasen o incluso reviertan el proceso en los seres humanos.
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