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La herencia de Porfirio Díaz: ¿Realidad o mito histórico?

¿Fue el desarrollo del Porfiriato un beneficio equitativo o exclusivo para las élites?

Porfirio Díaz, una de las figuras más polémicas de la historia mexicana, gobernó el país durante más de tres décadas en un periodo conocido como el Porfiriato (1876-1911). Su legado ha sido objeto de debate durante generaciones, oscilando entre la modernización que experimentó México bajo su mandato y las desigualdades sociales que marcaron su gobierno. Entre los mitos que rodean su figura, destaca la idea de que dejó una «herencia» a todos los mexicanos. Pero, ¿qué hay de cierto en esta afirmación?

Durante el Porfiriato, México vivió un proceso acelerado de modernización. La construcción de más de 20,000 kilómetros de vías ferroviarias conectó al país, facilitando el comercio y la comunicación. Además, se desarrolló la industria minera y se impulsaron reformas en el sistema educativo, como la creación de instituciones académicas que buscaban profesionalizar a los mexicanos.

Sin embargo, estos avances estuvieron marcados por profundas desigualdades sociales. Mientras las élites y los extranjeros se beneficiaban del crecimiento económico, la mayoría de los campesinos y obreros vivían en condiciones de extrema pobreza y con escaso acceso a los supuestos «beneficios» de la modernidad.

El mito de que Porfirio Díaz dejó una herencia monetaria para todos los mexicanos carece de sustento histórico. Esta idea parece haber surgido de interpretaciones erróneas o exageraciones sobre los fondos nacionales y las riquezas acumuladas durante su gobierno. Aunque es cierto que las arcas del Estado mostraban cierta estabilidad al final del Porfiriato, estas no estaban destinadas a ser repartidas entre los ciudadanos.

Historiadores coinciden en que esta «herencia» es más un simbolismo que una realidad. En todo caso, lo que Díaz dejó fueron las bases para la industrialización y modernización del país, pero también una sociedad polarizada que desembocó en la Revolución Mexicana.

El legado de Porfirio Díaz es tan ambiguo como su figura misma. Si bien impulsó el desarrollo material de México, lo hizo a costa de marginar a grandes sectores de la población. Su «herencia», entendida como la infraestructura y las instituciones que se consolidaron bajo su mandato, representa tanto un avance como un recordatorio de las desigualdades que persistieron durante y después de su gobierno.

Hoy, más de un siglo después de su partida, el debate sobre la «herencia» de Díaz sigue vivo. Mientras algunos lo ven como un visionario que llevó a México al progreso, otros lo consideran un dictador cuya modernización excluyó a la mayoría de los mexicanos. Quizá el verdadero legado de Díaz no sea ni dinero ni riqueza tangible, sino las lecciones históricas que su periodo de gobierno dejó al país.

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