
Vivimos en una era en la que la tecnología forma parte integral de la vida cotidiana. Desde edades muy tempranas, los niños interactúan con pantallas, dispositivos inteligentes y plataformas digitales que les ofrecen entretenimiento, educación y comunicación. Aunque los avances tecnológicos han traído beneficios innegables, también han planteado nuevos desafíos, especialmente en lo que respecta al desarrollo emocional y social de los más pequeños.
La tecnología, cuando se usa de manera equilibrada y supervisada, puede ser una herramienta poderosa. Aplicaciones educativas, cuentos interactivos y juegos que estimulan la creatividad pueden enriquecer el aprendizaje infantil. Sin embargo, el problema surge cuando la tecnología sustituye aspectos fundamentales del desarrollo, como el juego libre, la conversación cara a cara y, sobre todo, el vínculo afectivo con los adultos.
El exceso de tiempo frente a pantallas puede afectar la capacidad de los niños para establecer relaciones significativas. La infancia es una etapa crucial para aprender a identificar emociones, desarrollar empatía y construir seguridad emocional. Estas habilidades no se adquieren a través de una tableta, sino en la interacción humana: en la mirada de mamá o papá, en un abrazo oportuno, en la risa compartida o en una conversación sincera después de un mal día.
Es en este contexto donde la conexión emocional con los niños cobra una importancia vital. Más allá del entretenimiento digital, los pequeños necesitan sentirse vistos, escuchados y valorados. Necesitan que los adultos estén presentes, no solo físicamente, sino también emocionalmente. Un niño que se siente conectado con sus cuidadores tendrá más herramientas para enfrentar frustraciones, desarrollar autoestima y establecer relaciones saludables en el futuro.
No se trata de demonizar la tecnología, sino de establecer límites conscientes y, sobre todo, de priorizar la calidad del tiempo compartido. A veces, cinco minutos de atención plena con un niño pueden tener más impacto que una hora al lado suyo sin contacto emocional real. Apagar el celular durante las comidas, jugar juntos sin distracciones o simplemente conversar sobre cómo se sintieron en el día son pequeños actos que construyen un vínculo profundo y duradero.
La tecnología seguirá avanzando, y nuestros hijos crecerán en un mundo cada vez más digital. Pero el corazón humano sigue necesitando lo mismo: afecto, atención y conexión. Si logramos equilibrar el uso de la tecnología con una presencia emocional sólida, estaremos formando niños no solo competentes en el mundo digital, sino también seguros, empáticos y felices.
3 tips prácticos para no depender de la tecnología en la crianza:
- Fomenta el juego libre
El juego sin estructura, con objetos simples como bloques, muñecos, tierra o cartón, estimula la creatividad, la autonomía y la resolución de problemas. No necesita baterías ni WiFi… ¡solo imaginación!
- Conversa a diario (aunque sean 10 minutos)
Preguntarles cómo se sienten, qué soñaron o qué les gustaría hacer, crea conexión emocional. Muchas veces usamos la tele o el celular como “distractor”, pero el diálogo fortalece el vínculo.
- Modela el uso consciente de tecnología
Los niños aprenden más de lo que ven que de lo que se les dice. Si tú también haces pausas tecnológicas, pones el celular boca abajo al hablar con ellos o priorizas actividades sin pantallas, ellos seguirán ese ejemplo.
Estefanía López Paulín
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