
Con la llegada de marzo, el aire fresco y los días más largos comienzan a envolvernos, anunciando la llegada de la primavera. Esta transición no solo marca un cambio en el clima, sino también en nuestra percepción emocional y psicológica. Aunque algunos pueden percibir este cambio de forma positiva, experimentando un aumento de energía y vitalidad, otros pueden sentir que este cambio de estación genera sentimientos de ansiedad o tristeza.
Uno de los fenómenos más conocidos en psicología relacionados con las estaciones es el trastorno afectivo estacional (TAE). Aunque el TAE suele ser más común en otoño e invierno, algunas personas experimentan lo contrario en primavera, sintiendo un aumento abrupto en la ansiedad o dificultades para adaptarse a la mayor luminosidad y cambios en su rutina.
Los estudios sugieren que la luz solar tiene un efecto directo sobre los niveles de serotonina, el neurotransmisor relacionado con el bienestar. El incremento de la luz durante la primavera puede causar una «sobrecarga sensorial» en algunas personas, alterando su equilibrio emocional.
Serotonina y primavera
Sin embargo, para la mayoría de las personas, la primavera tiene un efecto positivo en el estado de ánimo. Este fenómeno, conocido como la «primavera emocional«, se vincula con el aumento de luz solar, la mayor exposición a la naturaleza y la sensación de renovación que acompaña la temporada. Estos factores influyen directamente en la producción de dopamina, una sustancia química relacionada con la motivación y el placer, lo que provoca que muchas personas se sientan más animadas, optimistas y dispuestas a socializar.
El contacto con la naturaleza durante los meses de primavera también juega un papel fundamental en el bienestar emocional. La primavera invita a salir al aire libre, hacer ejercicio, disfrutar de espacios verdes y aumentar las interacciones sociales. La conexión con el entorno natural ha demostrado reducir los niveles de estrés y mejorar la capacidad de concentración. Un paseo por un parque o un día en el campo pueden ser experiencias que favorezcan la relajación mental y, en consecuencia, el equilibrio emocional.
Además, la primavera es tradicionalmente vista como una temporada de renovación y nuevos comienzos. Muchas personas sienten la necesidad de limpiar y reorganizar sus espacios, lo que también tiene un impacto psicológico positivo. Este «desapego» de objetos que ya no sirven y la organización del entorno pueden generar una sensación de control y satisfacción, lo que puede fortalecer nuestra autoestima y motivación.
No obstante, es importante recordar que, aunque la primavera tiene una influencia generalmente positiva en nuestro bienestar, cada individuo puede reaccionar de manera diferente. Para algunos, el aumento de las temperaturas y la luz puede generar una presión social o expectativas de productividad que, si no se manejan adecuadamente, podrían generar estrés. La clave está en encontrar el equilibrio personal y aprovechar los beneficios de esta temporada para nutrir nuestra salud mental y emocional.
Estefanía López Paulín
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