![](https://www.codigosanluis.com/wp-content/uploads/2019/06/justicia-propia-mano.jpg)
Hace unas cuántas semanas, fui convocado a asesorar a vecinos de la colonia La Misión en Soledad de Graciano Sánchez; me hicieron saber que, durante la semana, descubrieron a un sujeto en el propio acto de introducirse a una vivienda con la franca intención de robar, lo atraparon y golpearon tanto como para aleccionarlo, como para reprimirlo; temían hubiese fallecido de la golpiza sufrida, sin omitir que lo flejaron en un poste de luz de dónde fue rescatado por patrulleros. Expliqué las probabilidades, la posible defensa y métodos que emplearíamos para salir bien librados; sin embargo, mi sentido común no pudo festejarles lo sucedido ni invitarles a repetirlo, haciéndoles reflexionar, como hombre de leyes que soy, en lo equivocado que resulta cobrar afrentas por propia mano, pretendiendo hacer justicia y ponderado que la Constitución Mexicana lo prohibe.
Al final, el raterazo no murió y naturalmente ni los casi robados denunciaron, ni el delincuente se quejó ante la autoridad de sus lesiones.
Al paso de los siguientes días, a finales de mayo y principios de junio, pude leer con detenimiento el inusual arropamiento de los legisladores potosinos a una excitativa para la instauración de juicio político al secretario de Seguridad Publica, comisario Ernesto Pineda. Reconozco que me pareció drástico y quizá hasta pasada de tono la propuesta de que por sus omisiones le sancionen. Lo cierto es que nuestro Estado es un caos en materia de Seguridad Pública, drama al que nuestros conciudadamos se enfrentan diariamente con gente privada de su libertad, secuestros, extorsiones, homicidios y robos de las formas más sorprendentes.
Imparable la delincuencia e inútiles las coordinaciones de Seguridad en su máxima expresión, haciendo los y enviados especiales por Lopez Obrador y sus pares en el Estado el papelazo y hasta el ridículo por inoperantes.
Bastó para mí; sin embargo, éste 11 de junio un botón de muestra para darme cuenta de la realidad y el entorno que en verdad lastima a nuestro pueblo mexicano.
Eran casi 10:00 de la noche, cuando al salir a una miscelánea cercana, a efecto de comprar leche y pan, un sujeto de unos 28 años de edad, armado con un cuchillo, me ordenara entregarle el teléfono celular, haciéndome entender que sí me negaba me lesionaría.
Tantas veces he repasado el entrenamiento mental que me indica que, en caso de robo, entregara el celular, cartera o reloj y hoy no seguí mi propia recomendación, me negué y creo que la sorpresa derivada de la negativa y mi rapidez para cruzar la calle y avanzar hacia un negocio cercano impidieron que se consumara el robo, pero vi en cara del delincuente la decisión y seguridad en lo que hacía, no vaciló y estoy claro que no dudaría en herirme.
La sorpresiva acción de robo y desenlace tuvo un viraje extraño. La empleada del negocio me dio una explicación inesperada dejándome claro que conocía al delincuente, pero que él a ella también y que temía revelar más porque ésta persona sabía de la existencia de sus hijos y podía dañarla.
Observé que unas personas de un puesto callejero de elotes y tamales eran testigos de los hechos y no se inmutaron siquiera para dejar de platicar amenamente.
De un momento a otro, mi cabeza pasó de la sorpresa al coraje e impotencia, pensé en mis experiencias cercanas con la policía potosina, su deficiente funcionamiento en números de emergencia, la corrupción de los agentes de autoridad y su poco interés en atrapar delincuentes, máximo sí los delitos fueron tentados, todo en fracción de segundos.
Caminé de inmediato a mí cercano domicilio y tomé un machete afilado; me subí a mi camioneta, sabiendo que el sujeto es habitante del rumbo, de inmediato recorri todas las calles cercanas con el arma en la mano y decidido a dañar al asaltante furibundo y cegado.
Después que transcurrieron veinte minutos y que la adrenalina bajó en mi cuerpo, comencé a reflexionar en lo que estaba haciendo y, ante los nulos resultados en la búsqueda iniciada volví a mi hogar.
Pero ahora algo cambió en mí, comprendo perfectamente lo que pasa por la cabeza del linchador, harto de la inutilidad policiaca y de lo injusto que es que, con alumbrado público, en hora de movilización de personas y en zonas habitadas sucedan hechos delincuenciales con una frecuencia impresionante.
Comprendí lo grave que resulta que los delincuentes, en su propia zona de habitación, salgan a asaltar transeúntes como una actividad ordinaria ya sin importar ser reconocidos e identificados.
Entendí que los ciudadanos de un momento a otro podemos morir por arrebatarnos un bien de valor menor y que con una gran sencillez podemos indebidamente cobrar la afrenta mediante un mecanismo ilegal conocido como ojo por ojo y diente por diente.
La justicia por propia mano no es loable, pero ahora entiendo que es una válvula de escape a la presión social de hartazgo.
Sí, es momento justo de que el Secretario de Seguridad Pública del Estado sea sometido a juicio político, pero sobretodo es tiempo de que se vaya, que deje la función sí le queda muy grande y no tiene la capacidad para ejercer el mando policiaco en búsqueda de meter a San Luis Potosí en orden. Parafraseando a Martí, sí la vara está muy alta que renuncie.
Me pronuncio por un no a la Ley del Talión, pero mi corazón me dicta que es tiempo de que la sociedad defienda su derecho aún sin la ayuda de la autoridad corrupta e ineficiente.
Sí los propios agentes del Ministerio Público salen a las calles a quejarse del sistema jurídico y administrativo de la Fiscalía General del Estado, su inoperancia e inutilidad, ¡Que podemos decir nosotros los ciudadanos comunes!
Me surgen preguntas obligadas que extiendo a ustedes sin reserva ¿Participaría usted en un linchamiento? ¿Formaría parte de una autodefensa? ¿Haría justicia por propia mano?
Bendito seas San Luis Potosí.