La mente también pedalea. Mathieu van der Poel pensaba en su abuelo fallecido, Raymond Poulidor. Quería para él el maillot amarillo que nunca tuvo el viejo ‘Poupou’. Cada ciclista carga con su historia.
Julian Alaphilippe miraba la recta vertical de la Fosa de los Lobos, la meta de la primera etapa, y veía el rostro feliz de Nino, su hijo recién nacido. Pasado contra futuro. Poulidor, que tanto ha esperado, tendrá que esperar aún más. Su nieto no pudo saldar esa antigua deuda.
El triunfo y el maillot de líder fueron para el padre de Nino, Julian, que entró con 8 segundos de ventaja sobre Matthews y Roglic (arañó 4 segundos de bonificación) y con el pulgar en la boca. Chupete. Feliz por la victoria y, también, por haber sobrevivido a las escalofriantes caídas masivas que tumbaron a ‘Superman’ López, Richie Porte , Buchmann (perdieron dos minutos) Valverde (5 minutos) y Woods (8), que dañaron la muñeca de Soler y que obligaron a Froome a arrastrarse hasta la meta. El Tour que iba a recordar a Poulidor se acordó a la primera de su eterna crueldad.
La etapa inicial resultó una carnicería. Ya al salir de Brest, ciudad militar, varias isletas avisaron del peligro. Pero la bomba esperaba a 45 kilómetros del final en la cima de la penúltima cota, Saint Rivoal. Una aficionada, de cara a las cámaras y de espaldas al pelotón, irrumpió en la carretera con un cartel. Quería salir en la televisión. Y provocó una explosión.
Tony Martin se golpeó contra ella e inició un dominó de ciclistas caídos. Hirschi, Colbrelli, Laengren y su bicicleta rota, Hart, Sagan, Van Aert, Hirchi, Kuss, Soler, que se dolía de una muñeca… Sutterlin, tirado en el suelo, tuvo que retirarse.
La mecha no se apagó. Tras esperar a los heridos, el pelotón tiró hacia la Fosa de los Lobos. Colmillos. Todos mordían. Nervios. Sin freno. Ciegos. Y a siete kilómetros del final otra bomba cayó sobre el pelotón.
Un corredor tocó la rueda de un rival. Afilador. Al suelo en manada. Froome, que sigue con la caída del Dauphiné 2019 clavada en los huesos, recibió el impacto. Le costó levantarse. Lo hizo como un muñeco articulado. Tembloroso, tuvo que apoyarse en los hombros de su director, Verbrugge. En aquel pozo estaban también Porte, López, Valverde, Izagirre, Poels, Simon Yates… Rotos, abandonaron Konovalovas y Lemoine. El Tour no hace heridos. Ni espera.
A esa altura de la etapa, ya nadie frena. Los que seguían de pie olían la sangre de la meta de la Fosa de los Lobos. El Deceuninck estaba en su guarida. Le apodan ‘el equipo de los lobos’. Es el de Alaphilippe. Aceleraron para ahogar a los velocistas antes del muro final, de 3 kilómetros. Alaphilippe volaba feliz, con una doble motivación.
«Ser padre y ser campeón del mundo». El francés pensaba en su hijo. Y Van der Poel, en su abuelo. A finales de 2019, en el funeral celebrado en Saint Leonard de Noblat, Van der Poel no pudo leer la carta de despedida a Poulidor. La pena le atravesaba la garganta. La leyó por él su madre, Corinne, hija del viejo ciclista: «Estabas orgulloso de ser mi abuelo, pero yo más de ser tu nieto. Eres mi campeón. Te quiero».
Poulidor tenía 26 años cuando debutó en el Tour, en 1962. Su nieto tiene ahora esa edad. Es una bestia sin bozal. Mastín que muerde la correa. Y por fin estaba en su primera etapa en el Tour. Y vestido con los colores morado y dorado de ‘Mercier’ que siempre lució su abuelo. Pero como Poulidor se topó con Anquetil, Van der Poel se encontró con el mejor Alaphilippe, que saltó a dos kilómetros de la pancarta. Se atrevió. «Nadie tenía sus piernas», asumió el nieto de ‘Poupou’. No iba a poder regalarle el maillot amarillo que ya viajaba por delante hacia la cuna de Nino.
Enric Mas, con los mejores
Arriba, en la Fosa, el Tour pasó revista. Vio que, tras Alaphilippe, los más poderosos eran Pogacar y Roglic, siempre juntos. Gemelos eslovenos. Candidatos desde el primer día. Con ellos estuvieron Enric Mas (el único líder del Movistar a salvo), Matthews, Haig, Thomas (la baza del Ineos más sólida), Gaudu, Pello Bilbao, Higuita, Urán, Quintana, Fuglsang, Kelderman… Carapaz cedió 13 segundos, como Van Aert y Aranburu. Luego, en hilera doliente, aparecieron los caídos: ‘Superman’, Porte, Poels, Yates, Hart, Valverde,Woods, Froome… Y Marc Soler, el último de la primera etapa de este Tour que ha recuperado el calor del público y que, como siempre, huele a piel quemada por tanta caída.
Ajeno a todo, en casa, un recién nacido sesteaba. Le contarán cuando crezca que su padre, vestido con el arcoíris de campeón del mundo, le regaló el maillot amarillo que un nieto, Van der Poel, no logró dedicarle al abuelo que, en vida, no había podido ponérselo en 14 ediciones del Tour. La carrera que más da y también la más despidada.