
La música ha acompañado a la humanidad durante siglos como expresión artística y medio de entretenimiento, pero hoy, múltiples estudios científicos confirman que sus beneficios van mucho más allá: tiene un impacto significativo en la salud mental y física.
Diversas investigaciones han demostrado que escuchar música puede reducir el estrés, mejorar el estado de ánimo y aliviar síntomas de ansiedad y depresión. La Universidad de Stanford reveló que la música lenta ayuda a alcanzar un estado de relajación similar al de la meditación. Por otro lado, la Universidad de McGill, en Canadá, encontró que escuchar música aumenta los niveles de dopamina, hormona asociada con el placer y la felicidad.
En el ámbito físico, la música también ha mostrado resultados positivos. Estudios de la Mayo Clinic concluyen que escuchar melodías suaves antes de dormir mejora la calidad del sueño. La Universidad de Harvard demostró que la música puede reducir la percepción del dolor en pacientes con enfermedades crónicas o en recuperación. Además, investigaciones de la Universidad de Brunel, en Reino Unido, indican que escuchar música rítmica durante el ejercicio mejora el rendimiento físico y la resistencia.
La musicoterapia, avalada por la American Music Therapy Association, se ha consolidado como una herramienta terapéutica para tratar trastornos neurológicos como Parkinson y Alzheimer. También se utiliza en rehabilitación motora, como evidenció un estudio de la Universidad de Toronto, donde pacientes con daño cerebral mejoraron sus capacidades físicas a través del ritmo musical.
Luis Pino, director de Psicología en la Universidad de Las Américas (UDLA), señala que no hay un tipo de música universalmente beneficioso; el efecto depende del significado que cada persona le atribuya. Por eso, tanto una sinfonía clásica como una canción urbana pueden generar efectos positivos, según el contexto individual.
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