Por Francisco Acosta-Martínez
El cuarto día del XLII Festival Internacional de Danza Contemporánea Lila López concluyó con una enorme sorpresa; la presentación de la Infinita Compañía, agrupación no tan recurrente en este festival, pero con un talento tan grande como su propio nombre, infinito, con el que cautivó al público que se dio cita en el escenario del Centro Cultural Universitario Bicentenario para disfrutar de La Novena Sinfonía, una obra capaz de convertir el sonido en arte vivo, visible y tangible.
Raúl Tamez es el nombre del responsable de este magno montaje; una coreografía desarrollada sobre los compases de la Sinfonía Nº 9, en re menor, Op. 125, de Ludwig van Beethoven, ampliamente conocida en la sociedad actual. Según se informó, la obra es un homenaje a las personas que han perecido por razones injustas, un tributo a quienes perdieron la vida por su raza, género, preferencia sexual, religión, o ideología política, sin embargo, el concepto resulta mucho más que eso.
En lo coreográfico, los bailarines no tienen objeción, son hábiles, diestros y dominan cada secuencia de la obra. Pese a estar en constante movimiento, demuestran tener la capacidad y la condición física para enfrentar el reto, uno muy demandante, y, aun con ello, no pierden la calidad interpretativa que, en esta ocasión, resulta fundamental para explicar el desarrollo de la trama, para transmitir todas las emociones de abuso, de sumisión, de violencia o de empatía que pueden generarse durante la presentación.
El concepto que se maneja sobre el escenario es claro, no hay abstracciones; el vestuario, la iluminación, la intensidad de la música, la fuerza o sutileza de los movimientos, todo se conjuga para fortalecer el punto medular de la coreografía, para plantear un mensaje de crítica y rechazo a esas conductas que, no por ser habituales en la sociedad, son correctas.
No sorprendió el efusivo aplauso que se desató una vez que concluyó la coreografía, era más que esperado. Los artistas combinaron arte, técnica, disciplina, esfuerzo e interpretación en una obra que lo demandaba ¿Cómo no ganarse el reconocimiento del público?
Una situación que, sin duda alguna, incomodó bastante en la sala fue la presencia de espectadores parlanchines que no dejaron de hablar durante toda la función. Una de las misiones de Festival Lila López es educar a los nuevos públicos, pero, claro, siempre habrá rebeldes.
Aún están pendientes algunas compañías internacionales y muchas otras nacionales y locales, la XLII edición del Festival Internacional de Danza Contemporánea Lila López todavía tiene mucho que ofrecer.
Seguiremos informando.