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¿Hasta qué punto la ansiedad es una emoción normal?

Por Estefanía López

En columnas anteriores hemos hablado de la ansiedad, sus síntomas y cómo podemos trabajar para disminuir los efectos de esta emoción, que cuando se desborda es sumamente agotadora y desgastante, sin embargo, últimamente he vuelto a escuchar mucho acerca de la ansiedad, personas teniendo síntomas que los médicos descartan por enfermedad y que les recomiendan acudir con un psicólogo, es por eso que hoy hablaremos de la ansiedad y hasta qué punto esta emoción se puede salir de control. 

Todos sentimos ansiedad ante las incertidumbres de la vida, nos da miedo ponernos enfermos o perder a seres queridos. Esta emoción es normal y se puede considerar que desempeña una función en nuestra capacidad de adaptarnos a lo que nos sucede. 

Nuestros familiares y amigos no siempre comprenden ese sufrimiento que no responde a una anomalía que pueda observarse o a un problema concreto. Pero la ansiedad está claramente ahí y nos arruina la vida. 

Pero para muchos de nosotros, la ansiedad deja de ser razonable y no obedece a la lógica, nos domina y nos hace vulnerables. Entonces, nos cuesta conciliar el sueño o concentrarnos. Nuestra mente se aferra a pensamientos de los que no logramos distanciarnos. La ansiedad aparece sin avisar y de repente el pánico se cierne sobre nosotros. 

En algunas personas, en ciertas situaciones y en momentos concretos de la vida, la ansiedad se vuelve enfermiza. Para poder calificarse como tal, deben cumplirse cuatro condiciones: 

Cuando es desproporcionada y surge en relación con aspectos que no son peligrosos en sí mismos. En este caso, adquiere un carácter irracional, ilógico y no responde al sentido común. Somos conscientes de que no existe nada grave, pero no podemos entrar en razón. 

Cuando es demasiado intensa. En lugar de ayudarnos a adaptarnos mejor a la situación, la ansiedad se convierte en algo improductivo e inútil. Cuando se supera el límite de la ansiedad moderada y se intensifica, obstaculiza lo que estamos haciendo y la sentimos como un verdadero sufrimiento. 

Cuando se prolonga. La ansiedad se puede volver permanente y dominante. Nos impide vivir con normalidad y no nos da un respiro. Tenemos la impresión de que no acabará jamás, de que nunca veremos el final del túnel. 

Cuando se vuelve incontrolable. Cuando no podemos dominarla, cuando sentimos impotencia, a veces incluso ira contra nosotros mismos. Nos culpamos por no poder reaccionar. 

La ansiedad no solo se trata, sino que también se gestiona y podemos aprender a aceptarla para que deje de ser un obstáculo en la vida. 

Cuando se tiene un carácter ansioso, no se va a cambiar, pero, poco a poco, podemos reaccionar de forma totalmente distinta ante circunstancias que antes fomentaban la mecánica de la ansiedad. Con el tiempo, podemos llegar a comprender mejor nuestras reacciones. 

 

Estefanía López Paulín
Contacto: psc.estefaniapaulin_uaslp@hotmail.com
Número: 4881154435 

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