Los bosques, esenciales para la biodiversidad mundial, enfrentan una grave amenaza: la deforestación. Según la FAO, este fenómeno implica la transformación de los bosques para otros usos de la tierra, sea por actividades humanas o naturales.
El informe «Estado de los bosques del mundo 2020» revela que los bosques cubren el 31% de la superficie terrestre, siendo Brasil, Estados Unidos, Canadá, la Federación Rusa y China los países con la mayor extensión forestal.
La expansión agrícola es el principal motor de la deforestación, con la agricultura comercial a gran escala y la agricultura de subsistencia contribuyendo significativamente a la pérdida de bosques. Desde 1990, se han perdido aproximadamente 420 millones de hectáreas de bosque, con una disminución de más de 80 millones de hectáreas de bosque primario.
En la Amazonia, la deforestación se concentra en Brasil, Perú y Colombia. Según el Proyecto de Monitoreo de la Amazonía Andina (MAAP), Brasil ha perdido 69.5 millones de hectáreas de bosque hasta 2021, casi el 30% del total deforestado en la región.
Estos datos resaltan la urgencia de abordar la deforestación y promover prácticas sostenibles de gestión forestal para proteger estos ecosistemas vitales. La preservación de los bosques no solo es crucial para la salud del planeta, sino también para la supervivencia de innumerables especies.
La comunidad internacional debe tomar medidas para frenar la deforestación y restaurar los bosques degradados. Esto requiere la implementación de políticas eficaces, la promoción de prácticas agrícolas y forestales sostenibles, y la cooperación entre gobiernos, organizaciones internacionales y la sociedad civil.
La protección de los bosques no solo beneficiará a la biodiversidad y al clima global, sino que también asegurará el suministro de recursos vitales para las comunidades locales que dependen de ellos para su subsistencia y bienestar.
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