La situación en Haití se agrava con una nueva ola de violencia desatada por pandilleros armados, quienes facilitaron la fuga masiva de reclusos y demandaron la dimisión del primer ministro Ariel Henry.
El gobierno informa que dos prisiones, una en la capital, Puerto Príncipe, y otra en Croix des Bouquets, fueron tomadas durante el fin de semana. En respuesta, se impuso un toque de queda nocturno desde las 20:00 hora local del domingo.
Serge Dalexis, del Comité Internacional de Rescate, reporta que muchas comisarías policiales han caído bajo control de pandillas desde el viernes, resultando en la muerte de numerosos agentes, lo que distrajo a las autoridades y facilitó los asaltos coordinados a las prisiones.
Expertos advierten que la unión de pandillas rivales ha exacerbado la crisis, mientras escuelas y comercios permanecen cerrados en la capital, y se registran saqueos en algunos barrios.
La violencia alcanzó un punto crítico desde el asesinato del presidente Jovenel Moïse en julio de 2021, dejando un vacío de poder que las pandillas han aprovechado para expandir su influencia.
Jimmy Chérizier, líder de una de las pandillas más poderosas, la G-9, insta a la renuncia de Henry, acusándolo de ilegitimidad. Este viajó a Kenia para firmar un acuerdo sobre el despliegue de una fuerza policial multinacional, desencadenando ataques coordinados por las pandillas en su ausencia.
El caos ha generado una crisis humanitaria, con al menos 15.000 desplazados y el cese de las operaciones de ayuda humanitaria debido a la inseguridad.
La toma de prisiones evidencia la superioridad de las pandillas sobre las fuerzas de seguridad, que se enfrentan a la falta de personal y recursos para contener la violencia que paraliza al país.
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