
Este domingo, iglesias de todo el mundo se llenaron de fe, cantos y oraciones para celebrar la Fiesta del Señor de la Misericordia, una de las celebraciones más importantes para los católicos en el tiempo de Pascua. La fecha, instituida oficialmente por el papa San Juan Pablo II en el año 2000, se lleva a cabo el segundo domingo de Pascua, como respuesta al pedido de Jesús revelado a Santa Faustina Kowalska.
Desde tempranas horas, miles de devotos se congregaron en templos, santuarios y plazas públicas para participar en misas solemnes, procesiones, rezos de la Coronilla de la Divina Misericordia y actos de caridad. En muchos lugares, la imagen del Señor de la Misericordia, representando a Jesús resucitado con rayos rojo y blanco emanando de su corazón, fue llevada en procesión entre cánticos de alabanza.
«Hoy celebramos el infinito amor y la misericordia de Cristo hacia toda la humanidad», expresó el padre Francisco Ramírez durante su homilía en la parroquia de San Juan Bautista. «La Fiesta de la Divina Misericordia es un llamado a confiar en Él y a ser nosotros mismos instrumentos de su compasión».
En santuarios importantes, como el Santuario de la Divina Misericordia en Cracovia, Polonia, y en distintas ciudades de América Latina, la fiesta adquirió un matiz especial, con miles de fieles acudiendo en peregrinación y dedicando la jornada a la oración y la reconciliación.
El mensaje central de esta celebración, basado en las revelaciones de Santa Faustina, es claro: abrir el corazón a la misericordia de Dios, vivir con confianza en su amor y extender ese mismo amor a los demás, especialmente a los más necesitados.
La Fiesta del Señor de la Misericordia, que continúa creciendo en devotos cada año, se ha convertido en un verdadero canto de esperanza para millones de personas que buscan en Jesús consuelo, perdón y renovación espiritual.