A lo largo de la historia y en todo el mundo, las afirmaciones sobre fenómenos paranormales han sido abundantes. Desde la supuesta aparición de fantasmas hasta intentos organizados de «cazar» estas entidades, la fascinación por lo sobrenatural ha perdurado. En el siglo XIX, la Sociedad de Investigación Psíquica en Inglaterra, liderada por figuras académicas como Eleanor Sidgwick, se sumó a esta búsqueda.
A pesar de la tradición que insiste en la existencia de fantasmas, la ciencia aún no ha encontrado evidencia sólida que los respalde. La falta de consenso sobre qué constituye un fantasma y la variedad de experiencias relacionadas con ellos dificultan cualquier intento de demostración científica. Además, cuestiones fundamentales sobre la naturaleza de los fantasmas, como su tangibilidad o capacidad de interactuar con el mundo material, plantean serias dudas sobre su existencia.
Incluso los estudios sociológicos, como los realizados por Dennis y Michele Waskul, revelan la incapacidad de los testigos para afirmar con certeza la naturaleza de lo que han experimentado. Las explicaciones basadas en principios científicos, como la primera ley de la termodinámica, que sugieren la transformación de la energía al morir, no ofrecen una base sólida para la existencia de fantasmas.
Aunque algunos científicos y figuras culturales prominentes han expresado creencia en los fantasmas, como William Crookes, Charles Richet y Alfred Russel Wallace, tales testimonios no constituyen pruebas científicas concluyentes. Hasta la fecha, la ciencia no ha encontrado una evidencia rigurosa que respalde la existencia de fantasmas. A menos que estemos dispuestos a diluir el término «fantasma» en una categoría de fenómenos no explicados, la búsqueda de pruebas continúa en el ámbito de lo paranormal.
